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Quién administrará el cabreo catalán

Quién administrará el cabreo catalán

lunes 12 de julio de 2010, 01:46h

En 1986, cuando Felipe González convocó el referédum sobre la permanencia en la OTAN, se preguntó quién adminitraría el no si ésta era la opción triunfadora. Por el "no" había una amalgama de siglas que iba desde el PCE al escritor Antonio Gala. Al final salió triunfante la opción gubernamental y no hubo que ponerse en la tesitura de quién administraba el no. Es decir, qué hacer para salir de la Alianza Atlántica.

Con la macromanifestación de este sábado en Barcelona ocurre una cosa parecida. La respuesta indignada contra la sentencia del Tribunal Constitucional al Estatut ha sido masiva, pero el repertorio de motivaciones para la protesta era más amplia. Había una conjunción de ciudadanos hastiados por tantos años de abandono de Madrid en materia de financiación, infraestructuras; otros, que se sienten ninguneados e insultados, otros muchos que se encuentran incómodos en una España que les niega el derecho a expresar la diferencia, también había independentistas puros y duros. En total, un millón de catalanes que salieron a la calle en un tono festiuo, en familia, pacíficamente, sin incidentes relatables más allá del descerebrado que amenazó a Montilla y de los provocadores que quemaron una bandera española.

Fue una gran jornada de autoafirmación y de expresión de un estado de ánimo. En mi artículo anterior titulaba "Montilla se ha metido en un lío" y el lío lo tienen ahora los partidos. Los de aquí y los del conjunto de España. Una reclamación bastante extendida entre los manifestantes era ser escuchados, que los políticos atiendan sus demandas. La protesta también iba contra ellos en general.

¿Qué hacer el día después? Para los que dicen que lo del sábado es la primera etapa del camino ellos sabrán cuál es su hoja de ruta y adónde conduce. Pero la inmensa mayoría que reclamaba atención, ¿cómo será satisfecha? La unidad aparente del catalanismo y el PSC, dejando fuera al PP y a Ciutadans tiene una difícil concreción práctica, máxime en vísperas electorales.

Si el alineamiento del socialismo catalán con la expresión de disgusto y cabreo por una cierta concepción de España excluyente del sentimiento catalán y de su identidad es sincero esta semana tendrán una magnífica ocasión para expresarlo. El pleno del parlamento catalán del martes y el debate del Estado de la Nación en el Congreso darán ocasión a los diputados socialistas catalanes de seguir el mandato del millón de catalanes que se echaron a la calle o de someterse, como siempre, a los designios de sus hermanos mayores del PSOE.

Si el PSC no se desmarca esta semana y no marca perfil propio, está claro que la administración del éxito de la convocatoria corresponderá a los partidos genuinamente catalanistas y nacionalistas. Se habrá acabado la comedia, cada cual estará en su sitio y los dos ministros del PSC ya no tendrán que buscar subterfugios para no tener que desfilar con sus compañeros por el paseo de Gracia. Hace un siglo, un ministro catalán de Gracia y Justicia, Manuel Duran i Bas, dio un portazo y dimitió. "No nos entenderán nunca" fueron sus palabras al regresar a Cataluña.

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