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Algo se mueve en Cuba

martes 20 de julio de 2010, 01:28h

Algo está pasando en Cuba. A raíz de la muerte de Orlando Zapata, un preso político que falleció el pasado febrero tras 85 días en huelga de hambre, y de la que mantuvo hasta hace poco el célebre disidente Guillermo Fariñas, el régimen cubano se ha encontrado bajo una inusual presión política y diplomática por el nada novedoso tema de las libertades individuales y los derechos humanos en la isla.

Ante la andanada de críticas en los medios de comunicación internacionales, el ruido que han provocado los huelguistas de hambre y las Damas de Blanco, sumado al activismo valiente de los disidentes presos y/o en relativa libertad, el gobierno de Raúl Castro se vio obligado a abrir una pequeña compuerta para relajar la presión que se le vino encima desde adentro y afuera, y que no es más que la consecuencia de una prolongada política represiva que La Habana cree necesaria para “mantener vivos los ideales de la revolución…”.


Esos ideales que tuvieron gran eco alguna vez no solo en Cuba sino alrededor del mundo entero por lo que significaban en términos de igualdad y justicia social, además del ejemplo tan lejano y envidiable para muchos de una nación que se liberaba del yugo de la superpotencia vecina (para luego caer en el de la superpotencia lejana, claro) habían hecho a Cuba virtualmente inmune ante las críticas y condenas por la cerrazón ideológica del régimen y las tristes condiciones de vida y la falta de libertades básicas de sus ciudadanos.


No faltará quien diga, con algo de razón, que esas libertades de que carecen los cubanos son secundarias, pues la primerísima libertad es la ausencia del hambre, de la necesidad, de la pobreza y la marginación. Y es cierto, la revolución cubana logró liberar a muchos de sus habitantes de condiciones de vida deplorables, cierto también es que muchos millones de latinoamericanos, de mexicanos para no ir más lejos, quisieran gozar de lo que los clasemedieros y ricos de la región llaman las “carencias” en Cuba. Cómo negar que el racionamiento y la escasez son deplorables, pero sólo para quien alguna vez ha tenido algo mejor, y que las muy publicitadas oleadas de refugiados cubanos hacia EU palidecen frente a las auténticas marejadas de mexicanos y centroamericanos que huyen en masa hacia el país del norte empujados, no por la ilusión de la libertad y la democracia, sino por la mucho más básica y elemental del hambre y la miseria.


Sin embargo, nada justifica, creo yo, que un sistema que ha logrado acabar con las carencias y necesidades más urgentes se quede en eso y pretenda que sus ciudadanos se puedan conformar con estar (mal) comidos, (mal) vestidos y sufriendo todas las tribulaciones que impone una economía centralizada que por las más variadas razones, desde el bloqueo estadounidense hasta la ineficacia propia, y que pesan como losas sobre la cabeza de una población educada y en buen estado de salud.


Es cierto también que las libertades y la democracia no se comen y no cobijan en las noches frías, pero indudablemente el régimen cubano ha dejado pasar una y otra vez oportunidades para relajar así sea ligeramente la mano férrea con la que ha gobernado durante décadas, siempre bajo el pretexto de defenderse de la agresión imperialista, de los enemigos de la revolución o de cualquier otro fantasma que se le aparezca a sus otoñales dirigentes.


La decisión del gobierno de Raúl Castro de liberar y enviar al destierro a 52 presos de conciencia ha provocado las más diversas reacciones. Si bien la mayoría son de alivio, hay quienes dudan que esto signifique un cambio en las políticas represivas de La Habana, pues permanecen en sus cárceles muchos opositores más y no se observan medidas de apertura política que acompañen a las liberaciones. No obstante, algunas señales, a veces contradictorias, a raíz de la llegada de Raúl al poder, lo cierto es que la apertura es demasiado poca y demasiado lenta.


Sin embargo, no todo es negativo. El que Cuba haya aceptado la mediación de España y de la Iglesia católica en este proceso es una buena señal, y el hecho de que Fidel Castro haya decidido reaparecer públicamente una y otra vez sin aludir al tema indica que el viejo líder máximo de la revolución no está del todo conforme con el rumbo que ha tomado su hermano menor, pero que tampoco se anima a contradecirlo abiertamente. Mientras tanto, Raúl, dando dos pasitos para delante y uno para atrás, parece estar tratando de reformar al régimen desde dentro.

Ojalá así sea…

[email protected] www.twitter.com/gabrielguerrac

Internacionalista

Opinión extraída del Periódico El Universal 19/07/10

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