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Crónicas estivales (V): La vuelta a casa

Crónicas estivales (V): La vuelta a casa

sábado 14 de agosto de 2010, 10:31h
Dice un conocido refrán español que "no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista": Han sido sólo quince días de obligadas vacaciones en el pueblo, pero se me han antojado una eternidad. Pasada la vorágine festiva, el maremagnum de "conejeros" regresa a sus lugares de origen y vuelve la tranqulidad. El pueblo recupera la normalidad perdida y retorna a la rutina diaria y al aburrimiento. Mi familia se suma al éxodo. Recogemos los bártulos y si el maletero del Opel Corsa me parecía antes pequeño, ahora resulta absolutamente ridículo. Y no es que las maletas hayan engordado, no, es que las cincuenta bolsas que trajimos a la ida repletas de nada se han multiplicado por cien como en el milagro de los panes y los peces conteniendo ahora los más diversos productos fundamentalmente culinarios. Bolsas con chorizos y morcillas, bolsas con garrafas de aceite. bolsas con botes de aceitunas, bolsas con flamenquines, bolsas con roscos, con magdalenas, con pestiños...y para nos desmerecer el apodo, hasta otras dos bolsas con sendos conejos envueltos en papel de plata. Y no sólo el maletero, sino todo el coche está repleto de bolsas de plástico y más que unos veraneantes de vuelta a casa aparentamos ser una familia de repartidores del Carrefur.

-¿Para qué nos llevamos tantos bortes de aceitunas, si después nadie las quiere y se nos ponen malas? Además como se rompa alguna, el coche va a estar oliendo a podrido durante un año.

Mi comentario sin mala intención, mi pregunta lanzada al aire sin un destinatario concreto, la recoge inmediatamente mi señora como si fuese un insulto soez a su querida madre y la respuesta no se hace esperar. Es que no aprendo.

-Mira, ya está bien de meterte con mi madre. Haz el favor de no quejarte más encima que la pobre se desvive por nosotros y se sacrifica para darnos todo lo que tiene. Alguna otra, refiriéndose a mi familia claro, debería hacer lo mismo y no que cada vez que vamos a tu casa parece que nos están haciendo un favor. Vamos, que sólo les falta cobrarnos la estancia como si fuese un hotel de cinco estrellas.

Punto en boca. No he dicho nada y, como es habitual, acato sus órdenes sin rechistar no sea que madre e hija formen un frente común y me despedacen en un abrir y cerrar de ojos. Las dos al alimón forman un tandem más peligroso que Bonnie and Clyde.

Despúes de la odisea del viaje de ida, el de vuelta se me antoja toda una placentera excursión cercana. Sólo hemos tenido que parar unas siete veces para que los niños hagan sus necesidades y se refresquen. Han pasado unas cinco horas desde que salimos y hemos llegado a casa sin contratiempo alguno. Tras dos horas de interminable descarga de maletas y bolsas, logro por fín sentarme en mi sillón. Hogar, dulce hogar. Mi pequeño piso me antoja ahora como el chalé de lujo de cualquier magnate del petróleo en la Costa Azul. Cuando comienzo a disfrutar de la tranquilidad, oigo la voz de mi señora que me dice:

-"Eso, yo trabajando colocándolo todo, y tú ahí tan tranquiilo recostado en el sofá. Ea, pues ya te estás poniendo las pilas que hay que acercarse al super a comprar leche, pan y un motón de cosas más, que el frigorífico está más vacío que mi fondo de armario".

-Y, entonces, rechisto ¿para qué nos hemos traido tanta comida del pueblo? ¿no pdíamos cenar esta noche algo de lo que nos  ha dao tu madre y mañana, con más tranquilidad nos acercamos al super?

Pero como el caso es joder por joder,.que hay veces que pienso que simplemente se casó conmigo para tener a alguien a quien putear gratuitamente, resulta que no, que es urgente y perentorio ir a comprar algo porque si no, nos moriremos de hambre en las próximas horas. Así que nada, como no me gusta discutir, me levanto y le pido que me haga una lista de sus necesidades entre las que, extrañamente, entra un bidón de detergente, dos de suavizante. dos cajas de seis botellas de leche (entera y descremada) y una serie de productos para los que necesitaré no el Opel Corsa, sino todo un trailer de seis ejes.

Cuando por fin llego al super, me lo encuentro cerrado con un cartel que dice: "Cerrado en agosto por vacaciones. Perdonen las molestias". Y me acuerdo de la familia del Mercadona, del Mas y del Dia. Pero esta es otra historia que les contaré en el próximo capítulo de esta serie.
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