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Faenón del francés, cogida de Perera, apatía de Abellán y bicornes flojitos

Castella abre la Puerta Grande de Las Ventas y se proclama el rey del toreo actual

Castella abre la Puerta Grande de Las Ventas y se proclama el rey del toreo actual

Toros de VALDEFRESNO, bien presentados, que cumplieron en el caballo y escasos de fuerza, con 4º inválido. 3º y 6º, encastados. MIGUEL ABELLÁN: pitos, saludos, silencio. SEBASTIÁN CASTELLA: ovación tras aviso; silencio; dos orejas. MIGUEL ÁNGEL PERERA: cogido grave en l apierna derecha en un quite al segundo. Las Ventas, 18 de mayo. 9ª de feria.

sábado 19 de mayo de 2007, 10:16h
¿Qué hizo Castella? Algo tan fácil, en teoría, como torear. Burlar armoniosamente las embestidas de un bicorne. Que en este caso tenía algo más de fuerza que sus hermanos, que aún se entregó en el caballo más que ellos en una brava pelea y que se adornaba con el milagro de la casta, en mayor medida aún que el tercero.

Faena de poderío, verticalidad, dominio y pulso.Siempre con mando, temple, ligazón... y arte. El que alumbró el francés en redondos, naturales, arrebatadísimos pases de pecho al hombro contrario que eran monumentos escultóricos. Y, en grado supremo, en la sinfonía de ayudados finales, con dos trincherillas de cartel, antes del espadazo que le llevó a la conquista y que encarece la feria a la par que le sube al trono.

Un trono que en estos momentos, con la incertidumbre de cómo será la reaparición de José Tomás, sólo puede discutirle Talavante, otro que arroja el naipe del valor supremo por encima de lo demás para emocionar a tope al graderío, para que todos los espectadores pasemos más miedo que el propio coletudo -como en esta consagración logró Castella-, aunque el extremeño esté menos hecho.

La diana del éxtio le llegó a Castella en el sexto bicorne -'Lironcito' ,como aquel del 96 que sirvió a Ponce para una de sus escasas faenas artísticas en Madrid- que correspondía a Perera. Pero este otro extremeño que apunta mucho sin disparar siempre fue corneado también en un quite por ajustadísimas gaoneras de muchísimo valor al primer enemigo de Castella.

Con el que éste anduvo en similar condición al sel triunfo, aunque la falta de fuerzas del bicho y la mala utilización del estoque le impidió cortar una oreja que se había ganado. Con el otro, Castella intentó lo imposible, porque no es que no tuviera fuerzas, es que era inválido, cual observó toda la plaza menos el presidente.

Frente al toreo, la entrega y las ganas de comerse el mundo que cascabeleó Castella e incluso Perera en el quite, anduvo por allí un Abellán apático, frío, academicista y tal, que sólo se calentó en la última parte de su faena al que hubiera correspondido al extremeño. Abellán puede estar bien o mal, gustar más o menos, pero nunca le vimos tan indolente. Allá él, testigo de la explosión definitiva de Castella y olé.
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