La política exterior de España en la trituradora

El curso político se ha anticipado con los incidentes de la frontera de Melilla y con el asesinato de dos guardias civiles y su interprete en Afganistán. Por si había alguna duda del plan de acoso y derribo de Mariano Rajoy al presidente del Gobierno, la reacción del PP ha dejado claro que no hay ninguna área de la política que esté exenta de la amenaza de la oposición. El asunto de la liberación de los cooperantes catalanes por Al Qaeda tampoco se ha quedado en el tintero.

Hay algunas preguntas elementales que convendría reconocer que ya se sabían de antemano. Las crisis periódicas entre España y Marruecos: forman parte de las relaciones bilaterales y la resolución rápida de la crisis también indica que no ha habido falta de diligencia al abordar el incidente fronterizo.

Con respecto al secuestro en el Magreb, sigue funcionando la agenda oculta de Mariano Rajoy, porque sus inquisiciones contra el Gobierno no tienen la contrapartida de facilitar información de la posición de su partido: hubiera dejado Rajoy morir a los ciudadanos españoles o también hubiera negociado su liberación y pagado rescate.

Por último, que en Afganistán se está desarrollando una guerra está fuera de toda discusión. Ya son muchas las bajas españolas pero proporcionales a los contingentes de las tropas aliadas desplazadas bajo mandato de la ONU. Nuestros compromisos internacionales en materia de Defensa y Seguridad demuestran la conexión entre lo que sucede con los talibanes en el país asiático y las amenazas terroristas en Europa y en nuestro país. ¿Es partidario Mariano Rajoy de retirar las tropas españolas y los contingentes de la Guardia Civil que están formando la policía de ese país?

Decir una cosa desde la oposición y tener preparadas las medidas contrarias para cuando se llegue al Gobierno forma ya una cierta tradición en algunos comportamientos políticos. Se da la circunstancia que al gobierno socialista le ha tocado hacer unas políticas económicas, como consecuencia de la crisis que son más propias de un partido conservador. Pero esa contradicción deberá castigar al PSOE por la propia naturaleza de sus errores; pero no es de recibo que el PP diga continuamente lo contrario de que lo que hará si llega al poder y menos aún en asuntos de política exterior, de defensa y de seguridad.