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Franco Gamboa Rocabado

El realismo en relaciones internacionales

El realismo en relaciones internacionales

miércoles 01 de septiembre de 2010, 00:01h
Todas las posiciones teóricas de autores como Hans J. Morgenthau, Kenneth Waltz, John Gerard Ruggie o Robert G. Gilpin, representan a las posiciones ideológico-filosóficas, así como a la justificación en materia de decisiones sobre política exterior de la “Escuela Realista” en relaciones internacionales. Los principales fundamentos conceptuales podrían resumirse en las siguientes seis orientaciones teóricas.

Primero; el balance de poder en un sistema internacional es considerado como un factor “estructuralmente anárquico” donde los Estados más fuertes privilegian su seguridad por medio de la fortaleza militar.

Segundo; el sistema internacional coloca a las diferentes unidades o países en mutua interrelación, destacándose la “imagen posicional” de los países fuertes y débiles. La imagen posicional lleva a los Estados dominantes a marcar un conjunto de alianzas que dibujan el balance geoestratégico de las relaciones de poder. Durante el siglo XX destacó por mucho tiempo la polarización de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Después de la Guerra Fría, las tendencias del sistema se han mantenido, pero esta vez sobre la base de un solo polo dominante: Estados Unidos.

Tercero; el balance de poder puede ser suave (soft) o duro (hard) pero en ambos casos, la soberanía del Estado es el factor determinante para tomar decisiones sobre los intereses a ser protegidos en cuanto a seguridad internacional.

Cuarto; el fortalecimiento militar de las unidades del sistema o de los Estados es la estrategia primordial, aún cuando no exista una guerra declarada, sino sólo la posibilidad del surgimiento de amenazas. Aquello que representa un conjunto de amenazas es determinado por la posición de poder de los Estados más fuertes, tomando en cuenta la protección de su seguridad frente a sus vecinos (o potenciales enemigos), su primacía económico-militar y las tendencias históricas que muestran el choque de “grandes estrategias”.

Quinto; el control de armas y las políticas de no-proliferación para reducir las amenazas de una catástrofe nuclear, constituyen decisiones vitales que los Estados identifican, sobre la base de previsiones de seguridad (regional o continental), pactos de no agresión o defensa, y relaciones de poder siguiendo la correlación de fuerzas y el liderazgo de las potencias militares dentro del sistema internacional.

Sexto; finalmente, se afirma que la naturaleza humana, la racionalidad y los valores morales son vistos como factores ideológico-filosóficos no de carácter absoluto, sino como referencias de comportamiento que pueden ser alteradas y rotas por los individuos reales de carne y hueso. El ideal no consiste en imaginarse la bondad intrínseca de la naturaleza humana, sino pensar en que los seres humanos se equivocan y pueden alejarse de los valores más excelsos. Precisamente por esto, vale la pena actuar con determinación y utilizando los medios del poder al alcance para “controlar el mal”, sin erradicarlo ni tampoco defendiendo entidades abstractas, porque lo que debe hacerse es analizar con cuidado los “datos y precedentes históricos”.

Las argumentaciones de Hans Morgenthau en “Another Great Debate: The National Interest of the United States” y Kenneth Waltz en “The Emerging Structure of International Politics”, pueden ser consideradas emblemáticas para la escuela realista, manteniéndose vigentes en el siglo XXI. Ambos autores enfatizan que el balance de poder implica, al mismo tiempo, un “balance de intereses” que en un contexto de anarquía internacional, siempre es un conjunto de “intereses en conflicto”. Dicho conflicto puede dar lugar a un enfrentamiento declarado que posea connotaciones militares, pugnas por el control de recursos, territorios, o cálculos racionales de dominación que convierten en improbable el surgimiento de un “gobierno mundial” capaz de regular los conflictos.

Ante la ausencia de un gobierno mundial legítimo y suficientemente fuerte como para ordenar la conducta de todos los Estados, la “anarquía” representa una característica donde los ideales de justicia y los valores morales del buen hombre por naturaleza, nunca podrían realizarse por completo.

Morgenthau considera claramente que en la política internacional, el derecho internacional es un bloque de principios únicamente generales que se puede aplicar a todas las naciones soberanas del mundo; sin embargo, la supremacía y los balances de poder tienden a mostrar la “decisiva importancia que proviene de la distribución de poder político”. Esta distribución es desigual pero es bueno que así sea pues de esta manera se pueden evaluar mejor los cálculos en las relaciones de un Estado fuerte frente a otro débil, o en el choque entre Estados fuertes.

Por lo tanto, la cohesión política del balance de poder sería el resultado de un “poder superior” que prevalece y se impone, habiendo determinado inclusive el contenido, significación y alcance de lo que constituyen los “intereses superiores del Estado”. Esto puede ser comprobado por la acumulación de antecedentes históricos, por ejemplo, donde ha prevalecido la unión del poder federal de los Estados Unidos, aún a pesar de una guerra civil donde no pudieron vencer aquellas facciones que apoyaban la ruptura de la unidad nacional entre 1861 y 1865.

La unidad siempre tiene que ser definida por la entidad política preponderante, en este caso el Estado. Posteriormente, en la arena internacional, una vez más es el Estado que se alimenta de una desconfianza pragmática para preservar sus intereses de seguridad frente a sus vecinos, adelantándose a una agresión militar e imponiendo decisiones, así como estimulando las previsiones de fuerza.

Un aspecto que vale la pena discutir son los fundamentos morales de esta escuela realista, que podrían ser catalogados como “arbitrarios” con una fuerte inclinación hacia el cinismo racional. Morgenthau, Waltz, Gilpin y otros como John Mearsheimer muestran que la “moral” y los códigos de justicia en las relaciones internacionales son creados al interior de las fuerzas de la política y el Estado como ente institucional de referencia histórica por excelencia. Es el ámbito de “lo político” que se “impone” por encima de las sociedades y la cultura, llegando a definir los principios morales. Pretender saber qué es lo que moralmente debe ser requerido por parte del Estado, es la aspiración teórica que busca clarificar la escuela realista en el terreno de las relaciones internacionales.

En consecuencia, podríamos preguntar ¿es siempre el más fuerte quien determina la moral en el contexto internacional? En la teoría realista, la moralidad política está directamente ligada a la preponderancia de los Estados más fuertes quienes imponen arbitrariamente un sentido y dirección a los estudios estratégicos, tratando de dar contenido histórico-normativo a la seguridad internacional.

Lo que no está muy claro en la escuela realista es cómo considerar las alianzas y contra alianzas entre Estados, no como fruto del equilibrio de poder, sino como el resultado de lo que los autores denominan como “equilibrio de amenazas” porque se percibe el orbe internacional como anárquico, al cual se puede domesticar imponiendo la lógica del más fuerte.

La escuela realista en las relaciones internacionales tiene un claro sesgo occidental y estadounidense que no permite evaluar otras dimensiones desde la óptica de los vencidos, o aquellos pertenecientes a otras culturas diferentes del occidente civilizador. La nueva civilización provendría, en este caso, del excepcionalismo americano que con la Guerra Global Contra el Terrorismo ha resucitado un lamentable espíritu internacional de discriminación y desprecio por los débiles, sean éstos Estados, ciudadanos o actores no estatales.
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