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El Proceso

El Proceso

jueves 02 de septiembre de 2010, 02:07h
Un refrán boliviano cargado de prejuicios y bastante añejo está recobrando actualidad, al igual que un desconcertante relato publicado en Europa, a principios del siglo XX. El comentario callejero sostiene que el buen ciudadano debe tener cuidado del amigo peruano, de la mujer chilena y de la justicia boliviana. El relato aludido se titula El proceso y fue escrito por el mítico Franz Kafka (1883–1924).

Josef K. es arrestado una mañana por una razón que desconoce para ser sometido a un extraño proceso que nunca termina por aclararse. Desde el momento de su arresto, Josef K. se adentra en una pesadilla sin límites. Cada vez que Josef intenta averiguar quién o de qué se lo acusa, tropieza una y otra vez con extraños personajes, situaciones incontrolables, normas y procedimientos cada vez más inverosímiles, que cambian y se contradicen según la persona que los ejecuta. Las instancias de apelación a las que K., el patético protagonista del relato, recurre son cada vez más ignorantes y misteriosas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la justicia y terror ante la ley.

Las referencias a las identidades nacionales y de género, del Perú y Chile, que efectúa el comentario popular es mejor ignorarlas y pedir las disculpas del caso. No vaya a provocar un nuevo proceso en la vorágine de juicios que se anuncian en todas partes, por todos los medios y por cualquier motivo.

Del aludido refrán popular,

la desconfianza del ciudadano respecto de la justicia boliviana es el único concepto que no ha cambiado con el tiempo. Más bien se ha convertido, con el transcurrir de los años, en una advertencia con características de fatalidad. Quien por alguna circunstancia cae en las redes de la justicia, sus días de tranquilidad están contados.

En los vibrantes tiempos que vivimos, los ciudadanos —bolivianos o extranjeros, sin ningún tipo de discriminación— deben tener el cuidado de andar con el Jesús en la boca, pues si algo deben temer, es que el insondable Estado Plurinacional, a través de sus voceros, le inicie un proceso judicial. Proceso que se inicia una mañana cualquiera y que nunca concluye. Porque el oprobio, como una mancha indeseable, le perseguirá el resto de su vida. Pues el propósito del Estado no es sancionar un delito, sino amedrentar al ciudadano y por extensión a la sociedad, para que quien tuvo la fatalidad de ser señalado por la justicia transcurra sus días con la amarga preocupación e incertidumbre de El proceso.

Algunos irónicos comentaristas sostienen que cuando Franz Kafka escribía El proceso, estaba inspirándose en la justicia boliviana. La obra de Kafka se publicó en 1925, un año después de su muerte, y no existe confirmación de que el autor hubiera sido víctima de la justicia boliviana, sin embargo, la experiencia de muchos ciudadanos que ingresan en los laberintos judiciales, y que alguna vez oyeron de Kafka, lo creen a pie juntillas.

La sentencia más escalofriante de El proceso, cargada de pesimismo y desaliento, es aquella en la que Franz Kafka y Josef K., autor y personaje, sostienen que “el que sufre un proceso lo tiene casi perdido”.

Cualquier semejanza con la realidad, entre el comentario callejero que expresa la secular desconfianza respecto de la justicia boliviana, la angustiante novela de Franz Kafka y lo que en la actualidad ocurre en el excitante Estado Plurinacional, es sólo ficción literaria.

Politólogo

Carlos Cordero Carrafa
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