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Líder de las 'Abuelas de la plaza de mayo'

Entrevista a Estela de Carlotto, esposa, madre y abuela coraje

Entrevista a Estela de Carlotto, esposa, madre y abuela coraje

jueves 09 de septiembre de 2010, 18:43h
“Y en ese mismo sentido agradezco muchísimo a los leoneses el recibimiento que nos han dispensado y el regalo de una calle… y pienso que cuando algún niño o algún adolescente pase por allí y pregunte “quiénes son las abuelas de la plaza de Mayo” alguien le contará la historia y eso también es una forma de hacer historia”.
Estela de Carlotto es una mujer enérgica, activa e incansable, como todas las abuelas y madres que durante años rondaron la pirámide de Plaza de Mayo exigiendo justicia; es también paciente y obstinada. Ese carácter forjado en tantos años de lucha fue el que exhibió en su visita a León. En tan sólo unas horas, Estela se reunió con autoridades, participó en varios  actos  protocolarios, se emocionó en la inauguración de una calle con el nombre de la asociación que preside, habló con los medios de comunicación y subió nuevamente al coche para continuar su visita por Europa no sin antes regalarnos una honda reflexión: “Los nombres intocables de la historia negra argentina están ahora sentados en el banquillo”. Estela también destacó el trabajo de los organismos de derechos humanos en la difusión de “la verdad y la justicia para toda la sociedad”. Asimismo, quiso dar un consejo a los medios de comunicación : “Qué bueno es poder hacer docencia desde los medios de comunicación, dialogar con las nuevas generaciones que no saben la verdad sobre el terror que en Argentina se vivió. Educar a esos jóvenes en la verdad es una obligación ciudadana, y difundir esa verdad es también recuperar la identidad. Lógicamente hay sectores, principalmente en los medios, que se oponen a que esta historia se difunda, porque saben que después de la verdad viene la condena, social o judicial”.

    Estela Barnes de Carlotto nació en 1930 en la ciudad de Buenos Aires;   nació con el golpe militar, con el desalojo a Yrigoyen. ¿Cómo recuerda su infancia?

- Nací en el año del primer golpe militar pero me crié con golpes militares permanentes. Mis padres no eran políticos ni mucho menos. Mi padre trabajaba y mi madre nos criaba a los tres hermanos y, por este motivo, no tomamos dimensión de que eso era ilícito, que no se podía aceptar, al contrario, habría que haberlo combatido. También fuimos sabiendo más tarde de actos ilícitos, no sólo de los militares sino también de civiles cómplices. Así que siempre, en esta etapa que me ha tocado vivir y en la Argentina de hoy, que llevamos más de 27 años de democracia, estamos recién educándonos en democracia, en cultura democrática porque mi recuerdo de la infancia es que ese día me iba a la escuela y la radio (porque no había televisión) informaba de que “los militares sacaron a tal presidente porque…”; los argumentos eran insostenibles pero no eran cuestionados por la población, había movimientos obreros estudiantiles pero al grueso de la población, a algunos les convenía y otros lo aceptaban.

    Soñó con tener hijos y tuvo cuatro: dos mujeres -una asesinada por la dictadura- y dos varones. No había tenido ninguna militancia política hasta que secuestraron y asesinaron a Laura. Entonces sintió que no tenía opción, que no había otra cosa que hacer que buscar la verdad y la justicia. Hace 29 años que rastrea a su nieto desaparecido Guido, hijo de Laura. ¿Cómo y por qué decide sumarse a la asociación de las Abuelas de Mayo?

- Porque el 24 de Marzo de 1976 cuando se produce el golpe militar mis dos hijas mayores, estudiantes de la Universidad de la Plata (capital de la Provincia de Buenos Aires) desarrollaban una acción opositora estudiantil: eran de la juventud universitaria peronista y junto con cierto sector obrero y algunos civiles profesores y parte de la base de la iglesia combatían y decían al pueblo cuáles eran sus derechos para que fuera libre, no oprimido por la situación de injusticia social. Era la palabra que más usaban: justicia social. La Plata era una cacería día y noche y todos nos enterábamos. Yo era directora de una Escuela de Primaria y mis maestras venían llorando porque habían presenciado fusilamientos. Recibimos una enseñanza de nuestras hijas de qué era lo que la Argentina necesitaba, un país con muy pocos ricos y una gran pobreza general. Pudimos comprenderlas pero teníamos miedo.

    Su  familia ha sido víctima de varios secuestros. ¿Por qué su familia? ¿Tenían alguna vinculación política?

- El primero en ser secuestrado fue mi marido, 25 días; fue duramente castigado, torturado, vivió horrores. Tuve que pagar un rescate muy importante por su libertad. Entonces mi hija Claudia ya estaba en la clandestinidad y Laura comprendió que era a ella a la que buscaban, porque a mi marido le preguntaron por sus hijas. Él se salvó porque tuvo suerte, porque muchas personas fueron secuestradas por ser solamente familiares y nunca más aparecieron, fueron 30.000. Yo empecé la búsqueda en soledad, primero con mi marido. Acudí a personas importantes que creía que me podían ayudar porque mi marido era conocido, tenía una pequeña fábrica, era un hombre de trabajo. Nadie me respondió, sólo los amigos. Fui a ver a un militar de alto rango que me mandó a un compañero que más que ayudarme me interrogó y por suerte mi esposo apareció.

Ustedes sabían que Laura, su hija, también era buscada por los militares de la dictadura. ¿Cómo se siente como madre? ¿Cómo descubre que Laura estaba embarazada?

- Laura se fue de la Plata y contactaba conmigo por teléfono o por carta. Ese contacto se  interrumpió el 16 de Noviembre del 77 y ahí comienzo la segunda búsqueda. En ese momento yo no sabía que Laura estaba embarazada.

    En Abril del 78, una mujer liberada del lugar siniestro donde Laura estaba secuestrada -había al menos 500 centros clandestinos de detención como ese en todo el país-, nos dijo que Laura estaba bien, que su embarazo era de seis meses, que iba a tener un niño en Junio, que era varón, que se iba a llamar como su papá Guido y que fuera a buscarlo a la casa cuna. Seguramente le habían dicho eso para que lo transmitiera. Ella nos dio una gran alegría, primero porque estaba viva y luego porque estaba esperando un hijo. Lo más lógico es que luego la liberaran a ella y yo criara al niño hasta esperarla. Nada de eso sucedió.  Ahora también comenzaba la búsqueda de Guido.

    ¿Es en este momento cuando decide incorporarse a la Asociación de la Abuelas de Mayo?

- Así es. Yo entonces me incorporé a unas mujeres que también estaban como yo buscando a esas dos generaciones. Me recibieron con mucho agrado. Desde entonces estoy colaborando y viajando a la Plaza de Mayo que es simbólica porque representa el mundo, y haciendo actividades, como estos días acá en León. Una piensa que está compartiendo con el mundo cosas que tienen un efecto universal, porque lo que pasó en Argentina afecta a la Humanidad. Nuestra búsqueda es a través de nuestro propio trabajo de investigación, de buscar pruebas, delitos conductores para saber dónde puede estar alguno de los nietos desaparecidos. Hemos encontrado 101 nietos que están creciendo; Guido todavía falta, ruego a Dios que me lo haga encontrar lo antes posible, porque los años van pasando y ya voy a cumplir 80. Tengo toda mi familia, mis otros tres hijos, mis otros nietos y todas las abuelas porque las que han encontrado siguen viniendo a buscar a los que faltan. Encontrar a Guido sería para mí, no la culminación porque seguiría trabajando igual, pero sí pensando en Laura, en mi marido que ya no está y en la sociedad argentina una reparación muy grande.

    Siempre se ha dedicado a la docencia, ¿cómo explicaría a las generaciones actuales el valor de la palabra democracia?

- La democracia, que es un derecho, lo ganamos, no es un regalo. Hay derechos que nos da la vida, las leyes del país donde vivimos y nosotros fundamentalmente afianzamos el derecho a la identidad. Un país donde hay centenares de nietos -aún faltan 400- que no tienen identidad, es un país con una democracia incompleta. Les diría que esto pasó en Argentina, un país muy extenso, muy rico, muy culto y en el que nunca imaginamos, a pesar de tantos golpes de Estado, que iba a haber un genocidio. Hay que alertar a los jóvenes de que en un país puede haber garantías relativas. No es que les quiera infundir miedo, pero sí vigilancia, participación, solidaridad, cultura… todo lo que hace que el hombre pueda pensar por sí mismo. Es fundamental que pueda pensar y expresarse, que no lo amenacen ni le coarten sus derechos y que pueda vivir en su entorno familiar con un padre, una madre, hermanos, familia, sociedad y el país en el que nació. Es un derecho humano inalienable.

    En León se han puesto el nombre de Abuelas de Plaza de Mayo a una calle, ¿qué le parece este reconocimiento?

- Estoy muy orgullosa, muy feliz de poder estar acá justamente en la imposición del nombre de Abuelas de Plaza de Mayo a una calle. Es la primera calle a la que se le pone nuestro nombre en el exterior y es una satisfacción y a la vez un compromiso para seguir luchando, para no claudicar nunca, para seguir respondiendo a esa confianza que ha puesto toda la gente, en este caso la gente de la ciudad de León, en las Abuelas de Plaza de Mayo. Vengo sola, mis compañeras esperarán a que vuelva para que les cuente, pero traigo el agradecimiento de todas.

    ¿Cómo convive con la ausencia de Guido mientras trabaja sin descanso en la asociación?

- Hay condiciones naturales, cada persona tiene facilidad para hablar, comunicarse o transformar el dolor en lucha o salir y hacer lo que considera que debe de hacer. Primero como madre, no puedo olvidar a mi hija Laura que dio la vida, como abuela no puedo olvidar a Guido, a pesar de que tengo nietos que me reclaman pero saben que el que más me necesita es Guido. Puedo hacer todo esto porque transformé el dolor en lucha y en una lucha desde el amor. Acá no hay revanchas, no hay odios, no hay venganzas porque sería terrible. Algunas personas pueden pensar: “Si me pasa a mí, voy y mato”, y nosotras no lo hacemos, sino que acompañamos a la justicia para conseguir los objetivos con la frente bien alta y la dignidad de mujeres. Estamos contra todo tipo de violencia y de esa manera se puede vivir. El dolor no se va a ir nunca, a mi hija no me la devuelven, la llevo yo conmigo. Ella está acá ahora.

    Nadie puede tener paz si vive en conflicto y vive en guerra interna. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar en nombre de la Paz?

- Hasta que Dios me dé vida, no tengo pausa, me acuesto todas las noches pensando en mañana qué más voy a hacer y así me levanto y sigo y creo que ese es mi compromiso. Y así hasta que Dios lo decida y quedará mi familia, otras personas, porque ya las abuelas pensamos en el relevo. Somos la mayoría muy mayores, otras no tanto, pero la salud se va quebrantando y hay riesgos, porque a mí me quisieron matar hace ocho años y no fue fácil soportar que me bombardearan la casa. En vez de callarme eso me dio más fuerza, en vez de decir “tengo miedo” dije “lo peor ya me lo hicieron”. Esto no es más que un accidente felizmente sin éxito.

    ¿Ha calado en el mundo el discurso de la las Abuelas de la Plaza de Mayo? 

- En Argentina hubo que hacer mucha docencia porque la población estaba con el discurso de la dictadura: “a mí no me tocó, por algo será, no los cuidaron…”; todo eso ya está desvirtuado, en estos 27 años de democracia se ha escrito mucho de gente excelente y en esto las abuelas somos maestras, vamos mucho a las Universidades, a las Escuelas Primarias, Secundarias e incluso a Jardines de Infantes porque es ahí donde hay que convencer de que la historia que contamos es verdad, que no hay mentira, que no desfiguramos la historia. Y por eso con los dos últimos gobiernos, el anterior y éste, nos hemos llevado una sorpresa muy grande porque gente que para nosotros políticamente eran desconocidos han tenido proyectos y los siguen teniendo muy claros en el tema de los derechos humanos.

    Su lucha ¿terminará algún día? ¿Está satisfecha con los resultados obtenidos hasta ahora?

- Y por supuesto cayeron las leyes de impunidad, cada detención de centros clandestinos es un espacio de memoria, se recuerda a los desaparecidos con mucho respeto. Pero todavía siguen muchos nietos desaparecidos. Nosotros les esperamos con los brazos abiertos. Yo soy mayor, la salud pasa factura, pero quedan otras mujeres con la misma fuerza, tesón y amor que nosotros. La lucha continua, y continuara durante mucho tiempo a través de la enseñanza y la educación. Un pueblo que conoce su historia es libre, Argentina comienza a sentir la libertad ahora.

    ¿Quiere dar algún mensaje a los leoneses?

- Y en ese mismo sentido agradezco muchísimo a los leoneses el recibimiento que nos han dispensado y el regalo de una calle… y pienso que cuando algún niño o algún adolescente pase por allí y pregunte “quiénes son las abuelas de la plaza de Mayo” alguien le contará la historia y eso también es una forma de hacer historia.


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