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Las polémicas imágenes de Lady Di, agonizando

jueves 07 de junio de 2007, 17:29h

Cuando faltan dos meses tan sólo para que se cumplan diez años de la muerte de Diana de Gales, surge de nuevo la polémica, sobre si es ético o no que en una televisión -en este caso la británica Channel 4- se emitan imágenes de la Princesa agonizando. Un tema espinoso, como todo lo que atañe a la intimidad, donde hay diversidad de opiniones: La de los hijos que han pedido que no se emitan; la de quiénes pensamos que con la emisión del reportaje se cierra una de las páginas más dolorosas y negras de la historia de la madre del futuro Rey de Inglaterra; y la de quiénes se niegan en rotundo a que se hagan públicas alegando que no existe más interés que el morbo.

Comprendo que tanto Guillermo como Enrique apelen al derecho a la intimidad de su madre, lo comprendo divinamente porque es mucho lo que han sufrido en estos años, las barbaridades que han tenido que escuchar sobre si, cuando tuvo el accidente iba así o de la otra manera con Dodi, sobre si fueron los servicios de inteligencia y seguridad británicos los que propiciaron el accidente. Comprendo su desesperación, su dolor, incluso su angustia, lo comprendo y respeto. Sin embargo, ellos mejor que nadie deben saber que si no es ahora, el reportaje se emitiría en cualquier otro momento.

¿Por qué? Porque Diana de Gales ha entrado ya en la mitología, no era una persona cualquiera, era un personaje, que ha generado ríos de tinta, tanto cuando estaba viva como a su muerte, pero sobre todo porque sigue siendo noticia, una vez que el sumario sobre las causas de su muerte sigue abierto en Inglaterra.

Lo que han intentado demostrar los periodistas que han elaborado el reportaje emitido por el canal británico es que los paparazzis que seguían el coche de Diana y Dodi, no fueron la causa del accidente. El mortal accidente se produce porque dos importantes razones: el coche iba a excesiva velocidad y el chofer muy bebido. Una mezcla que produce cientos, miles de accidentes como ese, cada día. De no haber sido Diana y Dodi, es muy posible que nadie se hubiera enterado de la identidad de los fallecidos, pero como efectivamente les seguían un ejercito de fotógrafos, fueron estos los que se encargaron de dar la triste noticia.

Por ser testigos se les vilipendió y juzgó muy severamente a los paparazzis, hasta que los tribunales de justicia los declararon inocentes. Un peso con el que han tenido que aprender a vivir durante estos años, ya que hubo gente que les acusó de no atender a los heridos en su afán por hacerles fotos. Algo que se ha demostrado totalmente falso, pues inmediatamente de que se produjera el golpe, llegó al lugar del suceso un médico que se hizo cargo de los heridos. En realidad sólo de Diana y de su escolta, porque el resto de los ocupantes del vehículo, estaban muertos. Nada se pudo hacer por Dodi o por su chófer, ya que ambos murieron en el acto.

Todo lo que aconteció después de la muerte de Diana fue excesivo: los llantos de la gente, la actitud de la familia real, incluso la teoría de la conspiración, fomentada por Mohamed Alfayed, quién desde un principio se negó a aceptar la muerte de su hijo por accidente de tráfico. El resultado de tanto despropósito es que diez años después la muerte de Diana sigue siendo motivo de polémica. Pero como antes ocurrió con Kennedy, o con Marilyn, pasarán otros diez más y se seguirá discutiendo sobre lo qué pasó aquella noche en el túnel parisino. Y sus hijos tendrán que aceptar que la memoria de su madre no les pertenece o no les pertenece en exclusiva, y que la fama en pequeñas dosis es agradable, y en exceso es perversa, muy perversa.

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