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JFK: 50 años después

JFK: 50 años después

jueves 27 de enero de 2011, 00:15h
Este año, se cumple medio siglo de que el joven senador demócrata John Fitzgerald Kennedy asumiese la Presidencia de los EEUU en una de las décadas más dramáticas y decisivas de la historia reciente del mundo. El nombre de Kennedy ha quedado unido definitivamente a acontecimientos que han sido considerados claves para entender la segunda parte del siglo XX y las primeras décadas del XXI. Cuba y la crisis de los misiles, Vietnam, el respeto a los derechos de los ciudadanos sin importar su color o su procedencia, la ciudadanía universal que la globalización de los años noventa creía de su paternidad, olvidando al hombre que un día de 1963 declaró: "Hace 2 000, era un orgullo decir civis romanus sum (soy ciudadano romano); hoy, en el mundo de la libertad, uno puede estar orgulloso de decir Ich bin ein Berliner (yo soy berlinés). Todos los hombres son libres, donde quiera que vivan, son ciudadanos de Berlín y, por ello, como un hombre libre estoy orgulloso de decir: Ich bin ein Berliner".

Los EEUU del presidente demócrata Barack Obama son diferentes, medio siglo después, al país que el joven presidente también demócrata comenzó a liderar en 1961 después de haber sido electo en 1960. Entender esa diferencias es hoy una de las tareas más importantes y urgentes del pensamiento estratégico.

En 1961, la Guerra Fría iniciaba una de sus etapas más espectaculares: la carrera por el espacio. También, una de las más sórdidas: el relevo de los europeos en las luchas por las posesiones coloniales en el Asia y en el África por jóvenes estadounidenses, confiados en el poder de la democracia y de las libertades, que no vacilaban en aliarse con los elementos corruptos y criminales de los regímenes de turno creyendo salvar a esos nuevos países de la mordaza comunista. The quiet American, de Graham Greene, es quizá uno de los mejores documentos espirituales de esa época.

Para los latinoamericanos, el nombre de Kennedy va unido a los de Cuba y de Castro, a la revolución del 26 de julio y a la guerra de guerrillas al estilo cubano que se produciría a lo largo de esa década, la de los setenta y la de los ochenta en toda la región y en la que morirían miles de jóvenes convencidos de que la vida tenía un sentido. Para ellos, el descubrimiento de los textos marxistas y de teóricos del pensamiento de izquierda fue tan fascinante como ingenuo.


Los años posteriores y las sordas luchas por el poder les mostrarían que la represión y la violencia de los años del estalisnismo, ejercidas contra todo aquel que pensase diferente, no solo que no habían pasado de moda, sino que además se habían perfeccionado, lo mismo que el cinismo y la denigración.

Cincuenta años después, una serie de televisión que sería ofrecida en el canal History convierte el esplendor y la miseria de esos años llenos de optimismo y de tremendas frustraciones en una telenovela centrada en los eventos sexuales de los Kennedy. No es ciertamente solo un problema de los creadores y realizadores, es también el de un público bobalicón que reduce la vida a intrigas de alcoba y que ha perdido toda dimensión histórica.

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