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Un inmenso creador llamado Carlos Gardel

Un inmenso creador llamado Carlos Gardel

jueves 27 de enero de 2011, 02:20h
Para todos aquellos ciudadanos rioplatenses amantes del tango al decir Gardel establecen una identificación total entre la figura del cantor y su expresión musical. El gran Gardel, antes de cantar tangos, comenzó con canciones criollas como todos los grandes tangueros de las primeras generaciones (Villoldo, Gobbi, Contursi). Tres años antes de 1920 su voz inaugura e impone con enorme éxito el tango-canción. Pero la explicación de su increíble fenómeno de supervivencia –murió en 1935—lleva dentro algo más que un cantor de tangos. La identidad rioplatense, formada por argentinos e uruguayos, considera a Gardel como su intérprete. Don Carlos es pueblo y constituye un modelo de conducta rioplatense por su simpatía y cordialidad.

    Gardel no nació tanguista. Se hizo con cautela y pie de plomo, con una reticencia y un celo explicables en quien demoró en el mejor de los casos, hasta cumplir los treinta años para incorporarse al género. Pero cuando lo encontró, también cumplió, a renglón seguido, la consigna de rehacerlo.
                        J. Wainer / J. J. Iturriberry

    Horacio Salas habla de una fecha de la historia argentina que no se debe olvidar, octubre de 1916, cuando Hipólito Yrigoyen gana las elecciones con el voto mayoritario de los hijos de la emigración.  Dice que casi coincidiendo, en enero de 1917, Gardel canta Mi noche triste y agrega Salas que la coincidencia no es casual pues Yrigoyen “trae al poder  ---o al menos, a algunas parcelas del poder--- a la nueva clase constituida por los hijos de la inmigración que hasta entonces se habían mantenido ajenos a la vida política, tanto que ni siquiera podían ejercer el voto, ya que los comicios se dirimían en actos electorales caracterizados por el fraude más escandaloso; simultáneamente, Carlos Gardel abre la puerta al tango cantado, que va a dar voz a quienes hasta ese momento carecían de expresión política. Y así a través de esas letras, más allá de sus exageraciones y muchas veces sus fealdades, el tango va a trasmitir de manera pública las ilusiones, prejuicios, temores, la ética y la moralina de sectores sociales hasta entonces silenciados por una estructura política caracterizada por la sucesión de gobiernos oligárquicos”.


    Como artista, Gardel perfecciona el canto rioplatense buscándole la raíz escondida y hasta entonces no revelada por nadie, guiado con un instinto estético genial y sordo a las solicitaciones de toda índole –tengamos esto bien en cuenta— que más que a nadie aplastan, precisamente, a los artistas de extracción popular. Sonriente siempre, con su bondadoso mirar, Gardel cantó en los ambientes en que al principio actuó –el cafetín, el stud, el conventillo y seguramente porqué no: el prostíbulo— sin obedecer al gusto por lo sensiblero, sin entregarse al regodeo con el burdo remedo de la tosquedad criolla y de su expresión bárbara. Las canciones nativas, el tango, luego, surgieron de sus labios con un decoro espiritual que hizo subir de inmediato el nivel apreciativo de los auditorios de los suburbios de las grandes ciudades del Río de la Plata. Y cuando llegó a planos sociales más prestigiosos, no sintió, como tantos, la ambición de adaptarlos hasta la hibridación de su arte; no lo tentó el deseo de ofrecerles géneros de la canción a los cuales la inmensa mayoría consideraba superiores.
                                    Francisco Espínola
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