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Belén López comparte su experiencia

Mi cáncer de mama y yo: 'Ya no tengo cáncer'

Mi cáncer de mama y yo: 'Ya no tengo cáncer'

Después de ocho meses de proceso, que de momento sigo calificando de pesadilla, vuelvo a comprobar nuestra tendencia a que lo malo se disuelva como lágrimas en la lluvia y comencemos a percibir esas lecciones que la gente, en situaciones extremas, nos sigue dando y he comentado otras veces. Son las experiencias que te hacen romper con actitudes aprendidas de toda la vida. Me da pena que tengamos que pasar por algo tan duro para cambiar a mejor.
Yo siempre digo que “si comemos zanahorias, expulsaremos zanahorias”…idea corroborada en tantos años de transportar a mi lado familias enteras con rictus y comportamientos idénticos, a pesar de que el rango de edad del grupo oscile entre los 2 y 45 años, o sea, padre y madre con cara de padecer hemorroides sin que sea el caso (¿pero por qué estoy hoy tan escatológica?), niño y su hermana igualicos. Normalmente, ese mal tan doloroso persiste en ellos y ellas toda la vida hasta que alguien les dice que una infusión de malvas, milagroso antiinflamatorio, acabará radicalmente con su problema.

Pero voy a poneros al día primero de mi salud, y luego os cuento una historia.
Habíamos quedado en que una vez operada tendrían que analizarme no sólo los “inquilinos” sino también sus bordes, lo que te limpian alrededor. Y si estos últimos estaban libres de células cancerígenas pues no había que operar para extraer la mama entera y yo ya estaba curada.

Ni os cuento el estado de nervios en la sala de espera de la oncóloga el día señalado para contarme el resultado. Tenía hora a las diez y media y como a las once salió la enfermera y me dijo: “Ya hemos hablado con la patóloga pero hasta que carguen los resultados por escrito en el sistema no te podemos atender….” Y yo:- ¿pero no me puede dar un avance?...respuesta negativa.

Cuatro horas más tarde me decían que todo estaba genial y a mí ya me dio igual lo mal que nos sentimos todo ese tiempo sabiendo que ya tenían los resultados desde primerita hora de la mañana. Por más que he intentado buscarle una explicación aún no he alcanzado a entender lo que les podía suponer un: - Belén, aún no tengo el informe cargado en el sistema pero….tranquila.

A los dos días fui a la consulta del cirujano. Que buen rollo de hombre, todo estaba estupendo, es que no se me va a ver ni cicatriz por lo bien que lo hizo. Supongo que este gran trabajo es lo que les compensa a todo lo malo que pasan antes dándonos la noticia y aguantando nuestro llanto…Le pregunté por el anestesista para ver la posibilidad de hablar con él sobre mi mal sueño en la operación, pero….¡se había jubilado!...¿estaría virtualmente jubilado ya el día que me anestesió?
El 9 de febrero comienzo la radioterapia.Serán 30 sesiones para sellar, me han hecho un tac cuyo resultado han sido unas cruces tapadas con unas pegatinas para que no se borren. En su centro parece que me harán unos lunares-tatuaje (voy a pedir si pueden ser unas calaveras, corazones o flores….) para saber dónde radiar concretamente. ..y viva las radiaciones…me voy a convertir en “a muller biónica”.

Por cierto, ya tengo dos centímetros casi de pelo. Estaba ilusionada con que me saliera rizado como a mucha gente que antes lo tenía liso pero no apunta maneras. Lo que sí parece es que sale tanto y tan fuerte como antes, me lo he puesto ya bien rubio y no está tan mal, depende del día parezco una moderna o si voy vestida algo más casual…¡parezco Eminem!.

Y como lo prometido es deuda ahí va mi historia bonita sobre los cambios resultantes de las pesadillas:

El día que fui al hospital a ponerme la primera dosis de quimio, me llamaron la atención un chico y una chica con muy mal aspecto, de poco más de veinte años, sucios, con la piel curtida por vivir en la calle (era, además, verano), delgadísimos y con los efectos físicos de unos cuantos años de politoxicomanía.

En algo coincidíamos, estábamos los tres igual de “ojipláticos” ante la situación, luego descubrí que era su primera vez también.

La enferma era ella, y yo no tenía muy claro si iban a durar mucho allí, pues si estaban echando un pulso a la muerte por la heroína, poco les importaría ya hacerlo por un cáncer, además, para recibir quimio tienes que demostrar previamente con tus analíticas que estás medianamente bien, con tus defensitas en orden al menos, y esta mujer tenía mas bien pinta de todo lo contrario.

Pero allí estaba ella lunes tras lunes con su chico al lado. Nunca llegamos a saludarnos, no sé por qué, a mi me daba una especie de “corte” extraño que no sé identificar, uno de esos casos en que no puedo tomar la iniciativa si no lo hace la otra parte, pero poco a poco nos sonreíamos al vernos.

Por culpa de un festivo en noviembre me cambiaron el día de tratamiento así que les perdí de vista hasta hace tres semanas y allí estaban: en la cola para una extracción de sangre, con más aspecto de salud que la mayoría, ropa limpia y zapatillas de deportes del “trinque” (yo imaginé que regalo de Papa Noel, supongo que porque aunque lo niegue soy una romántica empedernida) , y, sobre todo, con una gran sonrisa de oreja a oreja, que me obligó a devolvérsela, aunque lo que realmente me apetecía era darles una abrazo….maldita timidez.


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