Menores de edad

El ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, afirma que la reforma de las pensiones evitará la quiebra del sistema en quince años… Nadie, hasta ahora, y desde el Gobierno, había hablado tan claro: el sistema público de pensiones estaba en grave riesgo, y, mientras esto ocurría, los parlamentarios debatiendo sobre los galgos de la edad de jubilación y los podencos de la doctrina social y laboral que nos imponía Europa, con Angela Merkel en el papel de estricta gobernanta.

    El ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, es transparente de tanta pasión por ocultar la realidad. Es un buen discípulo de aquel  Zapatero que negaba la crisis, decía que hablar de ella era de anti-patriotas, hasta que la crisis se desplomó sobre la cabeza de todos y dejó, hasta ahora, casi cuatro millones y medio de parados.

     Pero ahora nos hemos enterado que si no se hubiesen tomado las polémicas medidas del “nasciturus” pacto social, un día no muy lejano los pensionistas y jubilados se iban a encontrar, a fin de mes, con que el Estado no les pagaba los escasos euros por los que cotizaron a veces hasta cincuenta años. Menuda sorpresa hubiese sido que el bancario de turno o la pantalla del ordenador les comunicase a las llamadas “clases pasivas”: De lo suyo, no hay nada; el papá Estado está en quiebra y ha dejado de pagar.

     Hay asuntos con los que no se juega, con los que no caben bromas ni negras ni blancas. Y uno de ellos son las pensiones de jubilación. Cuando el Pacto de Toledo era algo serio y respetado, se acordó  (y unos partidos lo cumplieron mejor que otros) no utilizar el fantasma de las pensiones en las campañas electorales, ya fuese para meter miedo o para decir que estaban garantizadas. Era un asunto tan delicado que parecía decente y de buen gusto dejarlo fuera del debate partidista.

     Pero una cosa es dejar esa cuestión fuera de la arena electoral, y otra negarle información a la sociedad, como se ha hecho hasta ahora, hasta que ayer al ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, y cantando las excelencias del pacto social, le dio por confesar que un poco más, quizá muy poco más, y el sistema público de pensiones se va al carajo. Y no se trata de un edificio construido por el azar ni de una cosecha diaria del maná que viene del cielo, sino de los impuestos y los ahorros obligatorios de decenas de millones de españoles.

     El Gobierno, como la Iglesia de antes del Concilio, dice la misa en latín, para que no se le entienda, y de espaldas al pueblo, para que los ciudadanos sepan que pintan muy poco. Pero a veces el subconsciente es traidor o la realidad se desborda, y las mentiras salen a la luz. El señor ministro de Trabajo cree que los españoles tienen las mismas tragaderas que los sindicatos, les oculta las verdaderas cuentas, y los trata como a menores de edad.