El Topillo, que es todo un sacristán,
se alegra del trabajo del hurón.
El Gumer, como hay tanto culebrón,
la goza como rata en el desván.
Hasta que, en mayo, se pose el gavilán;
asigne a cada gallo su sillón,
a cada golondrina su balcón
y a cada perro flaco su refrán;
se juzga a la mujer del alacrán,
al galgo se le acusa de traición,
los del gato a la caza del faisán,
se le cortan los vuelos al garzón.
¿Acaso alguna vez se ira el caimán
que engañónos más que un camaleón?
En cada verso metióse un animal
y en uno, -¡Santo cielo! ¡Vive Dios!-
estaba descuidado y metí a dos.
¡Será porque esta cerca el carnaval!
José Luis Chacel