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La impunidad institucionalizada

La impunidad institucionalizada

jueves 10 de febrero de 2011, 12:05h
El problema de estar más de treinta años gobernando sin alternativa, sin cambios perceptibles, casi sin oposición y practicamente sin control parlamentario, es que el sistema se va deteriorando hasta límites indecibles llegando a altas cotas de impunidad permitida. Durante tres décadas el PSOE ha hecho en Andalucía lo que le ha dado la gana sin tener que rendir cuentas a los ciudadanos que, una y otra vez, acudían sumisos a las urnas para respaldar los "gobiernos del progreso" que no eran sino una sucesión de los mismos perros con el mismo collar. Pepote Rodríguez de la Borbolla sucedió a Rafael Escuredo, Manolo Chaves, sucedió a Borbolla y Pepe Griñán ni siquiera fue respaldado por la urnas sino que fue colocado a dedo al frente de la Junta por su antecesor. Se trataba de un régimen casi hereditario en el que los andaluces hacíamos cada cuatro años el paripé de pasar por las urnas para ratificar lo que ya todo el mundo sabía, que el PSOE volvería a ganar. La única duda era por cuantos escaños de diferencia o si necesitaría el apoyo del PA o de IU para alcanzar la mayoría absoluta que le permitiera seguir otros cuatro años más en Monsalves, en la Casa Rosa o en San Telmo.

Y durante los treinta años de gobiernos del mismo signo político, Andalucía tiene el record de haber mantenido siempre la cota más alta de parados de toda Europa, cota que, en estos momentos, supera ya el treinta por ciento. La pregunta es ¿cómo los andaluces han continuado repetidamente apoyando a un partido que les ha mantenido en el subdesarrollo? ¿por falta de alternativas válidas? Algunos afirman que este subdesarrollo, la falta de cultura, la normal y la democrática, y la red clientelar creada durante décadas, ha sido la que le ha permitido a los socialistas perpetuarse en el poder desde 1980. Yo mantengo que, pese a todas las críticas, los socialistas han aportado mucho al desarrollo de Andalucía, que como cualquier otro partido que haya gobernado tantos años, tiene sus luces y sus sombras y que, si las urnas les han respaldado en nueve convocatorias seguidas, hay que reconocer que, al menos, ha sabido convencer a la mayoría de los andaluces que eran la mejor opción.

Ocurre, sin embargo que ese perpetuismo en el poder acaba corrompiendo a la propia democracia. Ese inmovilisno en los cargos, ese entramado burocrático, esa autoconfianza en la impunidad, ha provocado que se escapara de cualquier control. Esos polvos ha creado los lodos del "Caso Mercasevilla" y el de los "eres fraudulentos" que nadie ha descubierto durante los casi diez años en los que se han venido produciendo. Seiscientos cincuenta millones de euros empleados en indemnizar a personas que no habían trabajado jamás en unas empresas en crisis que recibían la subvención del IFA para hacer un expediente de regulación de empleo y poder continuar. Dice el PP que hasta el ex consejero de Empleo, Antonio Fernández, se benefició de uno de estos "eres" en unas bodegas jerezanas. Si así fuera, sería el colmo de la desfachatez y la sinvergonzonería.

El caso es que, como con Juan Guerra, como con el Caso Ollero, como con Costa Doñana,  como con la subvención a Matsa, han fallado todos los controles simplemente porque no existen, porque el PSOE se mueve en una impunidad institucionalizada que rechaza cualquier Comisión de Investigación parlamentaria para que no lo dejen en evidencia. Es posible que este tiempo de incertidumbre esté próximo a acabarse. Nos vendría bien a todos, incluso a los propios socialistas andaluces, para volver a creer en un sistema que está haciendo aguas por todos lados y para volver a confiar en una clase, la política, que nos defrauda casi todos los días.
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