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Empeora la economía española

sábado 19 de marzo de 2011, 13:56h
El dictamen de los expertos es unánime y pesimista: la situación de la economía española, empeora, sin que el Gobierno hago algo, por lo menos algo creíble y visible para afrontar la crisis o al menos, suavizar sus efectos. Es ciertamente enorme el daño inferido a España y a los españoles, por la etapa presidencial del político inverosímil que, llegado al liderazgo del PSOE y por tanto al Gobierno, no por méritos propios sino sólo en evitación de males quizá mayores, se ha encadenado al sillón de La Moncloa y ha tirado la llave. A Rodríguez Zapatero y sus colaboradores nada les gusta más que prohibir, situados como están en las antípodas de aquel ocurrente y sensato “prohibido prohibir” que han enterrado por completo. Son personajes que entienden la política como un ejercicio del mando y sobre todo, como el aprovechamiento de las inagotables posibilidades que el poder ofrece. De manera que nadie entiende a estas alturas que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, siga eludiendo plantear a las restantes fuerzas políticas del arco parlamentario, y negociar con ellas, esa moción de censura que es ya un clamor cívico transversal para restablecer la dignidad de España e iniciar una gestión digna de tal nombre de las actuaciones, que son ya más que urgentes, inaplazables, contra la crisis económica. Esperar pasivamente a las elecciones, por la certeza de que todos los sondeos las dan por ganadas para el PP, puede llegar a ser un grave error, porque difícilmente va a facilitar Rodríguez Zapatero la apertura anticipada de un proceso electoral que sabe de antemano que tiene perdido. En el terreno político, la cuestión no pasa de anecdótica, por mucho que sea triste, para un país de la importancia objetiva de España dentro de la Unión Europea, esta situación de descrédito, pero en el terreno económico ya no estamos en la anécdota, sino en la categoría, porque España, esto es, los españoles, vemos lastradas nuestras posibilidades por y sólo por que el actual inquilino de La Moncloa no es un personaje creíble entre sus pares europeos. Es de sentido común que ha llegado el momento de que el líder del PP, Mariano Rajoy, convoque a los líderes de todas las fuerzas políticas, nacionales y autonómicas, para estudiar conjuntamente la muy grave situación económica del país y concertar una acción política para afrontarla, lo que inevitablemente debe pasar por el desalojo de Rodríguez Zapatero de La Moncloa, algo que sería perfectamente posible a través de la una moción de censura de amplio espectro, concertada por las fuerzas políticas del arco parlamentario. Se trata de hacer posible no lo que es deseable, sino ya, a estas alturas, lo que es necesario. Cada día que pasa, no digamos ya cada mes que pasa, con España en manos de este Gobierno y con un personaje tan inverosímil en el puesto de mando de La Moncloa, se agravan de tal manera los datos del desmoronamiento económico de nuestro país que el malestar ciudadano podría llegar a traducirse en serios problemas de convivencia. Sacar a Rodríguez Zapatero de La Moncloa, para que no pueda seguir haciendo daño al país y a la economía española, no es ya una cuestión política, y mucho menos una cuestión política de partidos, sino una exigencia de salvación nacional. Pero esto no lo pueden hacer los ciudadanos desde la calle, porque afortunadamente, y a pesar de Rodríguez Zapatero, vivimos en una democracia real y ordenada, fruto del buen trabajo de todos los que, de derechas o de izquierdas, precedieron a Rodríguez Zapatero en el puesto de mando de La Moncloa y lo hicieron, a diferencia de lo que ahora sucede, con seriedad, dignidad, calidad y auténticas convicciones democráticas de reconciliación nacional. Es nada menos que el legado de gigantes políticos como Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González y José María Aznar,  lo que este personaje letal, Rodríguez Zapatero, puede acabar por poner en peligro. En estas gravísimas circunstancias, el líder de la oposición, el muy serio, honrado y fiable Mariano Rajoy, debe ser consciente de que responsabilidad le alcanza y que el país no lo perdonará que siga dejando para mañana lo que es imprescindible hacer hoy, esto es, promover y liderar una acción parlamentaria concertada y transversal que ponga fin, mañana mejor que pasado, a esta pesadilla. Cierto que las elecciones autonómicas y municipales van a dar ocasión a la ciudadanía para empezar a manifestarse, pero las elecciones generales anticipadas son, convertidas ya en cuestión de salvación nacional, necesarias mejor mañana que un mes después. Esta es la gran virtud y el irremplazable valor de la democracia: dar la voz al pueblo, en las urnas, cuando no es razonable seguir por más tiempo en una pesadilla.
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