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Una cuestión de intolerancia

domingo 20 de marzo de 2011, 10:51h
Decía Ortega que la Universidad “ha de imponerse como ‘un poder espiritual’ superior frente a la prensa, representando la serenidad frente al frenesí, la seria agudeza frente a la frivolidad y la franca estupidez. Entonces volverá a ser lo que fue en su mejor hora: un principio promotor de la historia europea”. La Universidad como lugar de debate intelectual, como espacio de tolerancia y respeto para las ideas, como vanguardia social. ¡Qué lejos está de todo eso la Universidad actual que ocupa espacio en los periódicos por el asalto vándalo a una capilla católica –ya dos-, por la intolerancia contra la libertad de pensamiento y de culto. Los universitarios que callan ante la crisis y la injusticia, ante un mundo sin valores, gritan “apartad vuestros rosarios de nuestros ovarios”, invaden una capilla mientras se celebra una misa y se despelotan ante el altar. En realidad, unos pocos universitarios, apoyados, lamentablemente, por centenar y medio de “profesores” y con la disculpa de ese comportamiento delictivo, pero sobre todo antidemocrático y anticonstitucional, del rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, afortunadamente a punto de dejar su cargo. No es el único ejemplo. Una cierta izquierda desnuda de valores y de referencias, hoy en el poder, está tratando por todos los medios de construir un mundo donde no esté Dios, que prescinda del horizonte religioso, cuando la Europa a la que se refería Ortega y la España que es parte de esa Europa no pueden entenderse sin sus raíces religiosas cristianas ni en la cultura ni en la familia ni en el arte ni en su propia construcción política. Y aún más, cuando la Universidad es una creación histórica de la Iglesia católica. La “religión” del secularismo, todo lo contrario de un comportamiento neutro, pretende expulsar la religión de la calle y de lo público y dejar sin voz a los católicos. ¿Por qué no puede haber capillas en la Universidad si hay estudiantes que las reclaman? ¿Por qué la Universidad puede dejar espacios públicos a asociaciones de finalidades dudosamente universitarias y no para el culto, católico o no? ¿Dónde queda la tolerancia universitaria? Dios y lo católico molestan hasta el punto, ridículo, de que en una comunidad con una población abrumadoramente católica como es la de Castilla-La Mancha, el calendario escolar oficial llame a las vacaciones de Semana Santa “descanso entre el segundo y el tercer trimestre”. Afortunadamente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de declarar que un crucifijo en una escuela pública no viola la libertad religiosa de nadie y no supone ninguna ofensa ni ningún privilegio. La verdadera libertad excluye la violencia, pero algunos universitarios prefieren la violencia a la libertad. Otra señal más de ese deterioro de la Universidad que calla ante los graves problemas sociales y se desnuda ante ese Cristo desconocido clavado en la cruz que es un símbolo de amor y perdón. Pura intolerancia, pura incultura.
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