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ZP, un problema de Europa

ZP, un problema de Europa

domingo 27 de marzo de 2011, 11:31h
No es así, desde luego que no es así, pero de su última manifestación pública, podría concluirse, y no faltarán los que obtengan esa conclusión, que los grandes empresarios españoles prefieren la buena relación con el Gobierno a los intereses generales del país. De alguna manera, esos grandes empresarios han irrumpido en el debate sucesorio que tiene agitado al PSOE, y lo han hecho, esto es lo peor, en una reunión con el principal afectado, el cada día más inverosímil presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Portavoz natural del gran empresariado español, el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, ha pedido a Rodríguez Zapatero lo que el presidente quería que le pidiesen, esto es, que agote la legislatura y no adelante las elecciones. Y han transmitido a Rodríguez Zapatero el mensaje de que una convocatoria anticipada de los comicios no sería conveniente para la recuperación económica. ¿Y eso por qué? Si ya es generalmente aceptado que este Gobierno es parte esencial del problema y que con él no cabe siquiera pensar en un proceso de recuperación económica ¿no son las elecciones generales anticipadas una exigencia de sentido común para que España pueda empezar a salir de la crisis? ¿Cómo podrá entender la ciudadanía, que vive a diario esta pesadilla, que nada menos que los presidentes de OHL, Juan Miguel Villar Mir, y de Ferrovial, Rafael del Pino, animen al desastroso presidente de Gobierno que padecemos a que agote la legislatura y no convoque elecciones anticipadas, nada menos que “para asegurar la aplicación de las reformas económicas”. ¿Pero qué reformas económicas? Está claro que el país se ha sumergido ya en el disparate. Como es natural, y contentísimo con tan inesperado respaldo, el inverosímil Rodríguez Zapatero se ha apresurado a decir lo que ni hace ni hará, esto es, que lo primero son las medidas contra la crisis y lo secundario, el calendario político. Al revés te lo digo para que me entiendas, habría concluido cualquier buen conocedor del refranero castellano. Quedan en pésima posición los dirigentes del PP, encabezados por Mariano Rajoy, que ven como las grandes empresas españolas, y además públicamente, se ponen al servicio de la propaganda del Gobierno y no comparten su más que justificada reclamación de convocatoria inmediata de elecciones generales. Durante la reunión de empresarios en el Palacio de La Moncloa, los llamados “grandes” empresarios coincidieron en la necesidad de asegurar al máximo la estabilidad política para garantizar que los proyectos para salir de la crisis siguen su curso, y evitar toda posible comparación con la crisis política que puede obligar a Portugal a pedir el rescate de la UE. Como prometer no cuesta nada, el presidente del Gobierno les ha asegurado que la voluntad de salir de la crisis es el único elemento que condiciona el calendario político y que las medidas económicas y reformas no están condicionadas a ninguna otra circunstancia más allá de la consecución de este objetivo. Como era previsible, los empresarios insistieron en la necesidad de avanzar en la negociación colectiva, sobre todo en que no se ligue la evolución de los salarios a la inflación. La polémica en torno a las elecciones no es neutral ni mucho menos, impune. Todos los sondeos recientes, incluso los oficiales, coinciden en que, en estos momentos, la derrota electoral del Gobierno, al menos mientras siga liderado por Rodríguez Zapatero, sería muy significativa, casi espectacular. Por tanto, apoyar al Gobierno a eludir esa convocatoria electoral es, por muchas vueltas que se quieran dar a los argumentos, una complicidad sorprendente con el responsable del actual desmoronamiento económico de nuestro país. La extrema derecha, tan crecida en los últimos tiempos en sus reductos mediáticos, obtiene así argumentos añadidos para su postura de confrontación radical, a todas luces, indeseable. La paradoja es muy habitual en política, y sucede ahora que los disparates de Rodríguez Zapatero pueden resucitar una extrema derecha que había afortunadamente casi desaparecido del escenario político español, y que ahora recupera presencia, como se ve en la creciente audiencia de sus medios más radicales, la radio Intereconomía y el periódico La Gaceta, tan radicalmente alejados hoy en día del espíritu liberal con el que nacieron. Lo cierto es que se ha llegado a un punto que incluso algunos de quienes lanzaron a Rodríguez Zapatero para evitar las ambiciones de José Bono, reconocen ya abiertamente que se equivocaron. Con la perspectiva de lo sucedido, ahora ya se ve que el mal mayor no era José Bono y su ambición económica, sino la insuficiencia intelectual y moral de Rodríguez Zapatero. Saben además que no va a ser fácil sacar a este personaje de las posiciones de poder adquiridas, pero son al menos conscientes de que hacerlo es una obligación que tienen con un país que de ninguna manera se merece un personaje así al frente del Gobierno. La parte positiva de la situación es que el PSOE dispone de muy valiosas alternativas internas y sobre todo, que sus mejores dirigentes son ya abiertamente conscientes, y no lo ocultan, de que no es posible seguir en la situación actual. La cuestión no es pues el objetivo, sino el procedimiento, porque se trata sólo, y nada menos, que de hacer posible lo que es deseable. El ominoso escenario de la hora presente exige, además, algo que es ciertamente difícil en nuestro país, pero respecto a lo que ha llegado la hora de hacerlo posible, y que es el entendimiento transversal de las derechas y las izquierdas, para concertar una política seria y digna de tal nombre contra la crisis económica, porque está en  juego el interés de todos. Es de sentido común que un entendimiento transversal de esa naturaleza no lo puede ni siquiera intentar un político que, como Rodríguez Zapatero, divide siempre en vez de unir. Así que es el desafío y la oportunidad para un hombre inteligente, preparado y creíble como Mariano Rajoy, por muchas que sean, que probablemente lo son, sus deficiencias o insuficiencias para el liderazgo político en un país tan difícil y cruel como el nuestro. De manera que la salida de Rodríguez Zapatero de La Moncloa es ya casi una cuestión de salvación nacional. Es inmenso el daño que este político inverosímil ha hecho a nuestro país, pero carece de sentido que se le permita seguir haciéndolo. Por ejemplo, los políticos nacionalistas que, en su momento, pensaron que Rodríguez Zapatero era conveniente porque se le podía sacar todo, deben asumir cuanto antes que las consecuencias nocivas de ese planteamiento han superado con mucho a las expectativas positivas. Y sobre todo es muy importante que la opinión pública no confunda al PSOE con Rodríguez Zapatero, ni al PP con la ultraderecha mediática instalada en el grupo Intereconomía. Hay un PSOE democrático y con muy valiosos dirigentes, y hay un PP democrático y totalmente alejado de complicidades con la ultraderecha mediática. Se trata ahora de hacer posible lo que es deseable, esto es, el diálogo y el entendimiento transversal de todas las fuerzas políticas democráticas, en aras de lo que de verdad importa, o es importante, que es la convivencia democrática y el progreso económico de España. Hay que expulsar del escenario político a todos los radicalismos, sean del signo que fueren, y restablecer los valores del diálogo, el entendimiento transversal y el compromiso, que hicieron posible aquella transición democrática que deslumbró al mundo. Sin duda que no puede ser el inverosímil Rodríguez Zapatero, pero España tiene sobrados dirigentes, de izquierdas y de derechas, capaces de sentarse con Merkel, Sarkozy y Cameron, para trabajar racionalmente, democráticamente, en la salida de la crisis y el horizonte de prosperidad de Europa. Tenemos, todos, la gran responsabilidad de hacer posible lo que es deseable, y ello pasa, en primer lugar, por la urgente salida de La Moncloa del político que ha destrozado, por sus resentimientos, frustraciones y pequeñas ambiciones personales, todos los grandes valores de nuestra ejemplar transición. Al punto al que han llegado las cosas, Rodríguez Zapatero no es ya sólo un grave problema de España, es también un problema de Europa.
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