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Fiesta

Fiesta

jueves 31 de marzo de 2011, 07:53h
Ya le comenté varias veces, desde estas líneas, que la economía argentina crece este año de la mano de la recuperación del sector agrícola, tanto en cantidades producidas como en los precios internacionales, impulsados, estos últimos,  por la política de alta liquidez sostenida por la Reserva Federal, y por desequilibrios entre oferta y demanda, dados los problemas climáticos en algunas zonas productoras.   Este “lado” del crecimiento, es común a todos los países productores de commodities, y ha generado una presión importante sobre la tasa de “inflación de alimentos”, que la mayoría de los mismos está tratando de compensar, con políticas monetarias y fiscales más austeras, lo que podría afectar su tasa de crecimiento. Sobre este escenario base, se montó la crisis de Medio Oriente, con sus consecuencias sobre el precio del petróleo, (que a su vez influye en los precios de los commodities agrícolas) y el nivel de actividad global. Crisis todavía no resuelta. Sin embargo, mientras la revuelta de facciones opositoras más o menos populares, no se extienda al corazón de la provisión de petróleo, Arabia Saudita, el panorama parece estar relativamente estabilizado. El mundo desarrollado, por su parte, empieza a “dividirse” entre Estados Unidos, que está dejando atrás la recesión, a costa de una fenomenal expansión monetaria y fiscal, con consecuencias complejas hacia el futuro, sobre todo esta última –deuda pública creciente-. y la Eurozona, que intenta, simultáneamente, salvar al Euro, apuntalando financieramente a los países mediterráneos en crisis, para evitar quiebras en el corto plazo, y escribir nuevas reglas institucionales, para convencer a los que “ponen la plata”, (principalmente, los pagadores de impuestos de Alemania), que “esta es la última vez”, mientras se obliga a los que están en problemas a realizar el ajuste que justifique la ayuda, y se postergan las eventuales reestructuraciones de deuda, para el momento en que estén vigentes las nuevas reglas. El resultado de toda esta “mezcla” es un mundo volátil, no exento de sustos importantes. Sin embargo, ese mundo, por lo determinante que resulta el “factor soja” para nosotros, sigue siendo relativamente benigno para la Argentina Ahora bien, nuestro crecimiento tiene, además, un “lado oscuro”, producto de la necesidad de convertir el slogan “Cristina ya ganó” en realidad. (Si ya ganó, ¿para que gastar tanto?). El elemento principal de ese lado oscuro, es el intento del gobierno por mantener la tasa de inflación en la “zona de confort”, que permite aumentar ingresos públicos para financiar gasto electoral de todo tipo. Inducir a la gente a consumir, y mantener viva la fiesta, “que no decaiga”. Pero claro, mantener encendido el fuego del consumo, sin que se transforme en un incendio no es una tarea sencilla. La presión de la demanda, en sectores que están cerca del pleno empleo, se traduce en suba de precios y en más importaciones. Limitar incrementos de precios con controles y acuerdos es posible en los sectores más concentrados, y en los que son regulados por el Estado, pero a costa de seguir reduciendo rentabilidad e inversiones que puedan, en el futuro, incrementar la oferta. Frenar importaciones genera problemas de abastecimiento, eventuales represalias de los socios comerciales y da lugar a escandalosos negociados, con empresas que imputan exportaciones que se iban a realizar igual,  “a cambio” de autorizaciones para importar vehículos de alta gama. (¡El gobierno nos toma por tarados!). En el resto de los sectores más atomizados de bienes y servicios el control de precios es, obviamente, menos efectivo y operativo. Por otra parte, el “control de las paritarias” para que no desborden (¿No era que los aumentos salariales no generan inflación?), se mueve en el delicado equilibrio de sostener el poder de compra salarial, sin exageraciones, en medio de la lucha de poder entre el sindicalismo oficialista –que negocia “zona liberada” judicial- y el sindicalismo opositor –que trata de ganar puntos entre los trabajadores- Por ahora, la inflación no acelera, por el ancla cambiaria y tarifaria, y porque se empiezan a agotar los efectos de la ola consumista anterior, desacelerando algo la demanda privada. En síntesis, un mundo más volátil, pero todavía benigno, y un lado oscuro local que jugará su futuro en el filo de la navaja. Tratando de sostener la fiesta consumista, sin que acelere la inflación
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