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Luis del Olmo

viernes 22 de junio de 2007, 14:23h

Cumple sus 10.000 días de radio con la misma inevitable naturalidad con que Francisco Ayala celebró sus 100 años: una fecha en el calendario y punto, en su caso Punto Radio, su última aventura radiofónica.

Es que él nunca ha querido que lo retirasen ni la edad ni el designio despótico de cualquier empresario del tres al cuarto. “Vi con pena que a mis ídolos de juventud, Joaquín Soler Serrano, Federico Gallo y otros —me dijo una vez—, les quitaban el micrófono cuando aún estaban en plenas facultades y decidí que yo me iría sólo cuando yo quisiera”.

Lo ha conseguido tras 34 años de matrimonio fiel con su programa Protagonistas —“es como mi otra mujer”— y de magisterio sobre tres generaciones de profesionales que este fin de semana le homenajean.

También ha tenido detractores, claro, que no entendían sus innovaciones, desde las entonces inexistentes tertulias radiofónicas hasta los mini espacios paródicos con los mejores humoristas del momento: Sánchez Polack, José Luis Coll, Chumy Chúmez, Summers, Gila,… por mencionar sólo a los ya desaparecidos. Irremediablemente, todos los rivales alérgicos a tales novedades acabaron por copiarlas.

Conocí a aquel ponferradino larguirucho en un fúnebre locutorio de Radio Popular en Barcelona, a la sazón la emisora comercial de RNE. Mientras en los estertores del franquismo otros locutores sesteaban en espera de las consignas oficiales, Luis del Olmo sacaba el micrófono a la calle, ideaba nuevos programas, pasaba las noches en vela y daba informaciones que conseguía colar a los estólidos censores de turno.

Ya sé que la frase resulta manida: pero en la radio contemporánea de este país hay un antes y un después de Luis del Olmo, un tipo que reconoce que “mi aspecto hosco y mi rostro no son para la tele”. Eso que los radioyentes hemos salido ganando. Claro que él también admite que su perfeccionismo le lleva a veces a “poner verde a mi propio hermano, pero pasado el huracán le pido disculpas; o sea, que soy una perdona seca, pero cuando se me trata —ironiza— resulto un tío majísimo, encantador”.

La nómina de gente que tomó sus primeros potitos radiofónicos con Luis sería interminable: Félix Rodríguez Madero, Fermín Bocos, Ricard Fernández Deu,… Pero yo sólo quiero apuntar dos lealtades suyas, en este mundo de afectos mudables y amores efímeros: su fiel permanencia en la Barcelona que lo acogió cuando no era nadie y su constante devoción por la Ponferrada donde nació. Sólo esa actitud, en esta sociedad de valores tornadizos y de querencias oportunistas, supone ya toda una declaración de principios.

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