¡A Dios lo que es de Dios, y al César, lo que es del César!
domingo 24 de abril de 2011, 21:21h
La frase con la que titulamos el presente artículo de opinión, que no pretende “sentar cátedra” sino reflexionar con coherencia, fue dicha por Jesucristo ante las preguntas farisaicas, pero que definió claramente ambos terrenos (el político y el religioso), que sin embargo, han venido confundiéndose y utilizándose desde tiempo inmemorial, procurando ignorar el verdadero sentido de esa frase.
Decimos esto porque, de nuevo con ocasión de la Semana Santa, desfilan presidiendo la procesión autoridades civiles, e incluso militares, tratándose como se trata de un acto meramente religioso, y en consecuencia de fe. Que supone el ejercicio personal, libre y voluntario de una actividad religiosa (expresión de un sentimiento de fe personal, y por ello privado) que se quiere exponer públicamente.
Por tanto, no parece coherente que asistan autoridades en representación de estamentos o corporaciones públicas, pues como hemos indicado la fe es un ejercicio personal y libérrimo.
Pero además, la fe como creencia, y la práctica religiosa, como tal, no son propias de ninguna ideología política, ni se identifican con ninguna. ¡Al menos así debería ser! Puesto que cuando lo hace se devalúa la fe, y se le manipula políticamente, y la política también resulta ciertamente adulterada, pues sus únicos focos de influencia han de ser los resultados de las urnas democráticamente constituidas.
Y es que, si algún mandatario público acude a presidir un acto religioso “por mor de su cargo”, en el ámbito de la fe –sólo le sería reputado personalmente, y para ello, sólo debería asistir a título personal-, y si no participa de esa creencia religiosa, aparenta participar de una “mascarada”, que le devalúa en lo personal.
Cuestión distinta es que se respete el hecho religioso, el mayoritario como el minoritario, en plena libertad. Y que tanto unos como otros, puedan hacer pública expresión de sus sentimientos religiosos con respeto a los que no los compartan.
Por todo ello, postularíamos que en las procesiones sólo participen los cofrades, y dejen de ser atalaya pública del político de turno para mostrarse más o menos cercanos o afectos al hecho religioso.
Y si esto mantenemos de la autoridad civil, con mucha más razón lo sustentamos sobre la autoridad militar con la milicia de “supuestos honores”, puesto que el “Señor de los ejércitos” es judío, el “Dios cristiano” es el “Dios del Amor”, de la piedad, de la caridad, del poner la otra mejilla, todos predicamentos poco aplicables a ningún cuerpo de milicia armado.