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El horizonte complicado de España

viernes 27 de mayo de 2011, 08:16h
Alguien dijo una vez que los periodistas son como lebreles tras la noticia, mucho más atentos a la presa que se mueve que de hacer una buena caza global. Antes fue el movimiento del 15-M, que parecía el notición del año; luego fue la tremenda victoria del PP y ahora la terrible crisis del PSOE. Y no es que esté mal perseguir la noticia, pero tal vez habría que evitar que, de tronco en tronco, los árboles no nos dejen ver el bosque. Porque el problema de fondo es que la situación española está pasando por un momento especialmente delicado, que si no se resuelve bien entre todos los actores, puede conducir a una considerable crisis societaria. Y en cuanto a las soluciones de fondo, la idea del PP de que todo se resuelve cambiando el gobierno del PSOE es sólo parcialmente cierta. Es correcto que el resultado electoral muestra a las claras que Rodríguez Zapatero ha perdido la confianza del electorado. Pero su sustitución no resuelve varios problemas sustantivos que tiene hoy la sociedad española. Por ello, algunos barones del PP están mostrando una sorprendente prudencia a la hora de forzar el adelanto de las elecciones: saben que el horizonte está cubierto de densos nubarrones. El más inmediato refiere a la quiebra financiera de los gobiernos autonómicos y municipales. Este asunto no fue enfrentado seriamente antes y durante la campaña electoral, pero ya no puede postergarse su tratamiento, a menos que se quiera que España corra el riesgo de encaminarse por la senda de Grecia y Portugal. Sin embargo, los nuevos responsables de esos gobiernos locales se enfrentan a una encrucijada: si meten a sus administraciones en procesos de estabilización y encaran los recortes necesarios, corren el riesgo de aumentar todavía más el malestar ciudadano. En muchos casos la alternativa adquiere un carácter endiablado: elegir a corto plazo entre crisis económica o crisis política. Otro de los nubarrones más densos refiere a la expansión del nacionalismo radical en Euzkadi y Cataluña. En ese sentido, el caso de Bildu es sólo el más visible, pero la corriente de fondo es más preocupante. Dado el malestar económico y político general, todo indica que la sensibilidad nacionalista puede ser una forma de tomar distancia de esa sensación de malestar en el Estado; es decir, asociar el malestar a la españolidad y tratar de escapar de ella. Pero eso aumenta a su vez la molestia en el resto de España, con lo que la espiral de tensiones queda plenamente servida. En el inmediato futuro, sólo una sensatez suprema de parte de Bildu y de un gobierno de Mariano Rajoy evitarían males mayores. En sus declaraciones tras conocer el resultado electoral, el líder del PP se ha centrado en un tema que considera la clave del arco: la recuperación de la confianza de las y los ciudadanos en sus instituciones y en sus representantes políticos. Es difícil estar en desacuerdo con esa idea, sobre todo con las tormentas que se avecinan. Pero el problema es que Rajoy cree que se trata de un asunto de confianza en el Gobierno y el partido de Rodríguez Zapatero, mientras lo que reflejan las encuestas es que hay un malestar más extendido con toda la clase política (que supo captar la convocatoria del DRY para el 15-M). El hecho de que la gente esté más molesta con el PSOE que con el PP no debe confundir a nadie: también hay molestia con el PP, aunque los electores lo hayan usado para sacar al partido de Zapatero de los gobiernos autonómicos y municipales y lo harán previsiblemente del Gobierno de España. A la vista de ese malestar, cabe preguntarse sobre cuál es la fortaleza organizativa y política de los dos partidos protagonistas del partidismo relativo que manda en el país. Los últimos acontecimientos ya han mostrado, casi meteóricamente, que el PSOE ha iniciado un periodo de enormes turbulencias. Su futuro a mediano plazo es dramático: primero via crucis (hasta las elecciones) y después (de perder las generales) camino de Damasco. Más allá de que Zapatero consiga reordenar el proceso interno hacia las primarias y un adelanto de elecciones, para evitar una salida catastrófica del escenario socialista (incluyendo el retiro de la candidatura de Carme Chacón), el daño mediático ya es irreparable: la ciudadanía sabe ya que no sólo Patxi López sino otros barones del PSOE cuestionan claramente el liderazgo de Zapatero. Su caída parece inevitable y lo que busca desesperadamente es que no sea demasiado aparatosa. Pero si esta es la situación penosa del PSOE, la perspectiva futura del PP no es precisamente un camino de rosas. A corto plazo, el enfrentamiento de los problemas urgentes en los gobiernos autonómicos y municipales va a provocar indudables tensiones internas. Pero cuando se produzca la que parece inevitable asunción del Gobierno de España y comience a tratar de navegar la crisis socioeconómica, la presión de la derecha dura que también anida en el PP  sobre un Rajoy que pretende una política más centrista (en torno a los recortes financieros, la situación de Euzkadi y Cataluña, etc.) podrá llegar a ser insoportable. Todo ello tomando en consideración que frente a un gobierno conservador las presiones sociales estallan con mayor facilidad. Dicho de otra forma, las tensiones internas serán dramáticas para el PSOE de aquí a las elecciones del 2012, pero a poco andar el previsible Gobierno del PP las tensiones en ese partido no serán menores. Sin necesidad de catastrofismos, parece necesario que nos hagamos a la idea de que habrán de superarse fuertes tempestades antes de recuperar algún período de calma. La crisis iniciada va para largo. - Lea también: Chacón espera su momento: Rubalcaba llegará a las generales y ella luchará después por el PSOE Chacón 'salva' a Zapatero, pero deja la vía libre a Rubalcaba Manual de la #psoerevolution Chacón, una decisión inteligente, por Fernando Jáuregui Las lágrimas de Chacón, éxito en Twitter
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