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Populismo: ¿fantasma o realidad?

Populismo: ¿fantasma o realidad?

martes 31 de mayo de 2011, 05:21h
Los estudios sobre populismo en América Latina constituyen un objeto de estudio inescapable, tanto para la ciencia política como para la sociología; sin embargo, no siempre contienen una claridad sobre lo que significa de acuerdo con determinados cambios históricos y el surgimiento de nuevos fenómenos como la transformación del Estado y de la propia actividad política; cuando el populismo es analizado hoy día, existe una clara tendencia a tratarlo como algo anormal, patológico y desviado, sobre todo desde el punto de vista de los enfoques institucionales y estratégicos en el análisis político. El populismo muchas veces debe poner énfasis en la investigación de las condiciones subjetivas que llevan a las masas a actuar de forma tal, que presionan fuertemente ante el Estado y el sistema político, generando una fuerza cuyas connotaciones no se agotan en un simple estilo de liderazgo o en un vínculo casi mágico entre el líder carismático y las masas populares Todas las experiencias populistas en América Latina no son similares y comparables entre sí, sino que existen matices específicos en Venezuela,  Perú, Bolivia, Argentina o Brasil. Estos matices vienen de una trayectoria histórica particular, de una conformación social diferente y de culturas políticas propias. Es muy difícil sacar conclusiones globales al comparar el peronismo argentino (ícono específico del populismo relacionado con Juan Domingo Perón), con el populismo en Bolivia, donde el elemento étnico representa una característica que influye en las estructuras de discriminación social, así como en las acciones de partidos que buscan mayor legitimidad a través de estrategias clientelares.   Uno de los problemas es la falta de precisión en cuanto a lo que queremos decir cuando hablamos de actores populistas. La ciencia política es una de las grandes pecadoras que utiliza el término populista en un sentido muy descriptivo, definiéndolo como ciertos estilos de liderazgo y de práctica política. Hay una gran tendencia a estudiar el populismo como un fenómeno patológico, disfuncional y anómalo. Este significado se lo toma como algo ya dado, como un presupuesto sin cuestionamiento. El populismo es invocado para explicar un determinado desvío de la senda correcta establecida de antemano: una senda más racional, pero sobre todo mucho más moderna. Es importante partir de una base que intenta analizar las experiencias populistas dentro de un enfoque que desmenuce las condiciones subjetivas de los movimientos sociales, pues no siempre es saludable considerar un mundo ideal, racional y mejor organizado donde los actores sociales y políticos deberían o tendrían que hacer ciertas cosas para aspirar a cierto tipo de sociedad. Lo subjetivo en política está vinculado al populismo cuando se explotan los sueños ocultos de la población. Los análisis que entienden al populismo como un proceso de anormalidad latinoamericana no ayudan, pues sesgan las visiones identificando dos caminos: una ruta normal de modernización y otro rumbo anormal donde se explota el inconsciente colectivo para amasar grandes conglomerados, seducidos por un solo líder. Una determinada práctica y una cultura política de exclusión llevan consigo una falta de participación real en las decisiones políticas en distintos niveles, lo cual hace entrar en crisis a los actuales sistemas democráticos. Las expresiones subjetivas y cotidianas permiten entender la política desde espacios de la vida diaria. Las percepciones y experiencias de los mismos actores que se involucran en el populismo no son algo anómalo. El populismo no es un fenómeno estrictamente negativo y, por lo tanto, descartable, sino que forma parte de algunas aspiraciones colectivas que en un momento dado, salen a la luz como una especie de consenso espontáneo y deseo de comunicación para buscar líderes liberadores.
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