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Poner puertas al ‘campus’

Poner puertas al ‘campus’

miércoles 08 de junio de 2011, 00:10h
He abierto la Wikipedia por si la enciclopedia virtual añadía en sus contenidos alguna nueva acepción del término ‘campus’ y leo: “Un campus es el conjunto de terrenos y edificios que pertenecen a una universidad. El término proviene del inglés campus, y éste a su vez del latín campus, llanura. Se empezó a utilizar en español a mediados del siglo XX y es invariable en plural”. De modo que constato que nada ha cambiado desde aquellos tiempos estudiantiles en los que multitud de ‘campus’ nos ofrecían otras alternativas formativas casi siempre además en fechas vacacionales y con la posibilidad de dejar atrás los muros de las aulas habituales. Con el tiempo he conocido de cerca también  otros ‘campus’ que me han llevado a enseñar, aprender e investigar nuevas cosas del viejo oficio de periodista. Tampoco hay que engañarse y también es cierto que he visto de cerca ‘campus de moda’, ‘campus party’ o ‘campus deportivos’ y, no he conocido, pero seguro que alguno ya lo ha aplicado y existirán ‘campus de pinchos’ que nos acercan  a  lugares sorprendentes si queremos saber más. Lo que nunca había visto era un ‘campus de periodismo’ en la sede de un gobierno y la culpa es mía, porque el ‘campus de periodismo Francisco de Cossío’ que se celebra en la sede de la Junta de Castilla y León, va ya por su segunda edición. El año pasado me pilló en el hospital y éste no he querido perder la ocasión de acercarme a algo único en su género. El primer día ya vi cumplidas mis expectativas  cuando el consejero de la Presidencia De Santiago-Juárez nos habló de los consejos que le dio su mentor cuando comenzaba su formación como psiquiatra, y nos animó a encontrar paralelismos y aplicarlos al desarrollo de su profesión periodística: “Él me dijo, nos explicó, que teníamos que ser fieles a lo que veíamos y oíamos al abordar a un paciente. Que nunca nos cansáramos de escuchar, que preguntáramos, que contrastásemos la información que nos había dado el paciente; que aplicásemos las nuevas tecnologías de forma prudente y correcta, pero que nunca olvidásemos que tan importante o más que eso era el ojo clínico. Que no dejásemos de utilizar el bolígrafo y el bloc y que aplicásemos siempre el sentido común. Que buscásemos lo fundamental y que no nos quedásemos en la anécdota y que trasladásemos todos los datos de nuestra exploración a la historia clínica, en nuestro caso, utilizando un lenguaje adecuado, sin permitir que las palabras, al ir construyendo la historia, mintiesen o engañasen, y que al final, al concluir todas las historias deberíamos firmarlas, porque así nos responsabilizábamos de lo que allí ponía, y que nunca nos escondiésemos en la sombra oscura del anonimato. Son sencillos consejos que me han servido para caminar por la vida, y que quizá os sirvan a vosotros”. Cuando concluyó sus palabras, me vi a mí misma tomando apuntes, una vieja costumbre de los añejos ‘campus’, con mi bloc y mi boli, como los psiquiatras, y rodeada de los medios habituales, las teles, las radios, las agencias, los periódicos, los directores de todos ellos, bueno, casi todos, algunos periodistas de las consejerías y varias jóvenes cabezas, que deduje que eran los estudiantes de periodismo. Sentí que a este singular ‘campus’ no hubieran podido acudir mis alumnos de periodismo porque creo que de un plumazo habrían aprendido qué es hacer periodismo en la Comunidad. Miré alrededor para corroborar esta sensación y, entre la treintena de chicos y chicas  que no superaban la edad de estar en la facultad, vi una cara conocida que me explicó que estaba solo porque sus compañeros no podían venir a un ‘campus’ que se celebra en plenos exámenes. Él se había dejado dos para septiembre. Un chico listo que además me preguntó quién era el que había hablado porque a Rosa Mª Calaf, que entonces tomaba la palabra para ofrecer la conferencia inaugural del ‘campus’ la conocía, pero al otro no. ¡Juventud, divino tesoro! Cuando luego me preguntó por qué este ‘campus’ no se celebraba en el ‘campus’ de una universidad, para que a los alumnos les fuera más fácil acudir a algunos de los variados e interesantes encuentros que ofrece, ¡más de 50 profesionales participan en las jornadas!  no supe qué decirle. Me senté y releí mis apuntes mientras cuatro corresponsales en zonas de conflicto comenzaban sus disertaciones. Uno de ellos decía: “Hacer información de un ayuntamiento o de una comunidad autónoma, es también una profesión de riesgo”. Parecía una introducción ingeniosa, que lo era, pero también me dio una clave importante para entender que la complicidad del periodismo y del poder, aunque muestre su mejor cara, nunca es buena para la salud de la libertad de expresión que creo que es la lección una del parvulario de periodistas. Releí los consejos del maestro del consejero de la Presidencia y vi, que aunque los hacia todos míos, la propia Calaf se refirió al ‘olfato’ a la hora de trabajar en sus lejanas corresponsalías y yo aún me sirvo de boli y papel para escribir mis historias, el mensaje toma otro sentido cuando el ‘poder’ es quien se lo recuerda a los periodistas y no suena bien, aunque se envuelva en complicidad y cercanía. O precisamente por eso. Algo que firmo y rubrico y no “escondo en la sombra oscura del anonimato”. En todo caso, una precisión, hay que recordar que muchas historias clínicas sólo llevan el nombre de un hospital o un servicio que no te diagnostica desde el anonimato, sino desde el trabajo colegiado de muchos y buenos profesionales.  Eso también ocurre en el periodismo. Un editorial, una opinión o un confidencial no suele ir firmado por un nombre propio sino por una cabecera o por el título de una sección, eso no es un anónimo sino el fruto de un trabajo en equipo y de que al ‘campo’ en periodismo, no sé si en psiquiatría, ‘no se le puede poner puertas’.   Carmen Domínguez. Periodista.
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