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Chat con Maggy Talavera

Chat con Maggy Talavera

jueves 30 de junio de 2011, 02:09h

Maggy Talavera. Periodista en ejercicio desde 1984. Se inició en El Mundo. Trabajó en El Día. Fue corresponsal de Presencia y la Agencia EFE en Santa Cruz de la Sierra. Editora de Reportajes y Directora de El Nuevo Día. Jefe de Redacción de El Deber. Presidió la Asamblea de Instituyentes de la Fundación UNIR. Ex secretaria ejecutiva del Sindicato de Trabajadores de la Prensa de Santa Cruz y presidente de su Tribunal de Honor. Es Socia Líder de Avina, miembro del Observatorio Político Nacional y de la Fundación Amigarse. Ha recibido el Premio Nacional de Periodismo en Prensa y la Medalla Huáscar Cajías de la Asociación de Periodistas de La Paz y el Premio de Periodismo "Oscar Zambrano" del Colegio de Profesionales en Comunicación Social de Santa Cruz. Desde 2003 es directora de SemanarioUno, del que es fundadora.

 

Libertad de expresión y de prensa: riesgos y desafíos Maggy Talavera Román Periodista / Directora de SemanarioUno Una confusión de ideas, argumentos y sentimientos parece ofuscar hoy a los bolivianos al momento de enfrentar la arremetida del Gobierno y de sus aparatos políticos contra dos derechos fundamentales: libertad de expresión y de prensa. El resultado es una ineficiente e ineficaz respuesta ciudadana (política e institucional) que termina favoreciendo el avance gubernamental en su propósito de restringir esos espacios de libertad con el objetivo inicial de controlar la información y, luego, el pensamiento y la acción política diversa. Lo sucedido con el artículo 82 de la Ley del Régimen Electoral es apenas un ejemplo más, entre muchos, de esa ineficiencia. El MAS logró que el debate se centrara en ese artículo, violatorio a toda vista de las libertades de expresión y de prensa, ya que restringe libertades y derechos tanto de los candidatos al Poder Judicial como de los medios de comunicación; pero soslayando el debate principal sobre otro problema mayor y de fondo que plantea la Ley en lo que respecta a la elección de magistrados y consejeros: el control político del proceso que, en definitiva, no será sino un simulacro de votación para avalar con el voto popular la elección de autoridades judiciales seleccionadas por el Poder central. Lo mismo ocurrió con la Ley contra toda forma de discriminación y racismo. El MAS introdujo un par de artículos que hacían referencia directa a restricciones al trabajo de los medios de comunicación y del ejercicio libre del periodismo, y logró concentrar el debate en ese punto, soslayando también el tema de fondo: se avaló una ley que, paradójicamente, es la negación de lo que postula. En otras palabras: es discriminadora y sienta las bases para la instrumentalización política de la lucha contra la discriminación y el racismo. Algo similar puede ocurrir con la nueva Ley de Telecomunicaciones, cuyo proyecto está en debate sobre la base de una propuesta oficial que, antes de ser considerada en la Asamblea, ya está generando polémica porque incluye, entre otras ‘novedades’, la obligación de los medios de comunicación de transmitir los mensajes presidenciales. ¿Repetiremos escenas ya vistas en el debate y aprobación de las otras leyes citadas? ¿Logrará el MAS imponer su proyecto, desviando el debate principal y avanzando en su cometido de restringir y/o controlar las libertades de expresión y de prensa, además de las libertades políticas? Mucho dependerá no solo de las habilidades del MAS para volver a imponer su voluntad en la Asamblea nacional, sino también de la capacidad de reacción, inteligencia y coraje que tengan los diferentes sectores afectados por las viejas y nuevas restricciones. Creo que es en este punto en el que deberíamos enfocarnos: ¿existen esas capacidades? Inteligencia, no lo dudo. Lo que parece estar escaso es el coraje para enfrentar al MAS, para ser “insumisos e incorruptibles cuando alrededor todos callan, se someten y se corrompen”, como dijo bien hace años el periodista Tomás Eloy Martínez. Porque si algo ha sido exitoso en el MAS, es su estrategia del miedo, aplicada sin descanso y sin miramientos. Miedo que paraliza no solo a sus opositores políticos, a sus “enemigos principales”, sino también a otras voces críticas que se atreven a poner en evidencia sus excesos de poder, como son las que emergen desde los medios de comunicación. Muchas de ellas silenciadas no por una acción directa del Gobierno, sino por la auto censura, que no es otra cosa que fruto del miedo y de la falta de coraje. La peor salida, sin duda alguna. Propongo profundizar este debate que, a mi entender, está más allá de las libertades de expresión y de prensa, planteando algunas preguntas inspiradas en la Defensa de la Utopía de Eloy Martínez: - En la coyuntura que vivimos hoy en Bolivia, ¿vale más “enfrentarse al Poder” que restringe libertades, aún “con la certeza de la derrota, o fingir resignación para dar luego testimonio de la ignominia”? - Para cuidar la democracia o el llamado ‘proceso de cambio’, ¿es necesario callar los defectos de la primera y los excesos del segundo? - ¿Quiénes están realmente convencidos de que no hay democracia sin libertad de expresión y de prensa, y decididos a dar batalla para defenderlas? Mucho me temo que falta convicción en gran parte de los abanderados de la libertad de expresión y de prensa para persistir en esta lucha. Percibo una predisposición a sacrificar ambas libertades, a callar, a someterse a la autocensura, creyendo preservar así otras, como la de empresa o la de representación política. Santa Cruz, 29 de junio de 2011
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