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Más de 40.000 personas se concentran para pedirla

Barrera dice que la independencia de Cataluña es 'lo único' que merece una manifestación

Barrera dice que la independencia de Cataluña es "lo único" que merece una manifestación

La Guardia Urbana cifra en 13.000 el número de participantes

domingo 10 de julio de 2011, 03:04h

El histórico presidente de ERC -aunque hoy muy crítico con el camino que ha tomado la formación- Heribert Barrera ha manifestado este sábado que "lo único" por lo que vale la pena organizar una manifestación es la independencia de Cataluña. Sin duda, con su gesto, Barrera ha enviado un mensaje en doble sentido a los 'indignados' que, hasta hace pocos días, han copado la atención mediática en Cataluña y también en España: por un lado, ha venido a decirles que la secesión puede contribuir a cumplir con sus reivindicaciones y, por el otro, les ha afeado la marginación de que han hecho ostentación del hecho nacional catalán en sus proclamas. Las palabras de Heribert Barrera -como las de los doctores Oriol Domènec o Moisès Broggi-, han servido de colofón a una manifestación en pro de la independencia de Cataluña que ha tenido lugar este sábado por la tarde en Barcelona y que conmemoraba el primer aniversario de la que tuvo lugar ahora hace un año con la misma reivindicación de fondo, aunque, oficialmente -y fue muy oficial, ya que tenía respaldo institucional, a diferencia de ésta- servía para protestar contra el recorte estatutario llevado a cabo por el Tribunal Constitucional.

Hace un año fue masiva -un millón, irreal si queremos ser objetivos, según los organizadores-, este sábado, con mucha menor capacidad de convocatoria -más de 40.000 personas, según los organizadores; 13.000 según una Guardia Urbana que aún debe cargar en sus espaldas con el síndrome PSC de hace poco más de una semana, cuando no se había producido el relevo del alcalde, a la hora de contar defensores de Cataluña- Barcelona ha salido a la calle para pedir la independencia de Cataluña. La razón del desequilibrio tal vez haya que buscarla en la deficiente campaña de difusión que se ha hecho de esta concentración y, tal vez, también, en que los catalanes se identifican más con el actual Gobierno de la Generalitat -aunque, justamente este sábado algunos pudieran andar con la mosca tras la oreja después de lo que se podría percibir como un gol del PP a las aspiraciones de internacionalización de Cataluña con sus imposiciones minimizadoras sobre las 'embajadas' del país como condición para aprobar los presupuestos- que con el que había hace un año, al que también se quiso dar un toque, aunque participara activamente en la concentración. Luego, claro está, el verano, la playa y todo lo demás han restado participantes. Pero los que estaban -"los mejores", según comentaba Santiago Espot, antiguo candidato de SI a la alcaldía de Barcelona- se han querido hacer notar desde las seis de la tarde en la plaza de Urquinaona, donde ha empezado la concentración, organizada por la Plataforma 9-J, bajo el lema 'Pel nostre futur, independència' (Por nuestro futuro, independencia). Como suele suceder en estos casos, el movimiento pedestre no se ha iniciado hasta casi cuarenta y cinco minutos más tarde. Mientras tanto, la espera ha estado animada por momentos como una pitada generalizada que nadie sabía a que respondía: hasta que se ha desvelado el misterio. Un extranjero iba ataviado con la camiseta de la selección española de fútbol. El hombre no quería provocar, tan sólo "pasaba por ahí", como diría el gran Luis Eduardo Aute, y la prueba es que sus dos acompañantes se cubrían con camisetas de la NBA. Otra cosa es que, si por aquellas cosas, se pudiera sacar un negativo global de esta manifestación seguramente ahora habría un ocupante más de alguna UCI o, quien sabe, una esquela más en los diarios. La cosa es que, anécdotas al margen, la marcha ha empezado a caminar bajo las consignas que, por otro lado, ya son habituales. El despiece in-de-pen-dèn-cia, los "bote, bote" ("Español quien no bote") -que tanto fastidia a las articulaciones- o la consigna a la que se aferrarán los críticos para buscar tres pies al gato. Dirán que se ha hecho apología del terrorismo -en algunos casos, los mismos que callan cuando la circunstancia se refiere a aquel que se ejerció durante cuarenta años- porque se ha gritado "Visca Terra Lliure". Pero, como siempre, habrán metido la pata: no se ha ensalzado al execrable grupo terrorista, al grito de le ha añadido el adjetivo determinativo "la", que reivindica eso, un país libre. Pero los susodichos, seguro, seguirán con su impasible ademán para ver lo que no hay. En cambio, lo que prácticamente ha brillado por su ausencia han sido las referencias a la coyuntura política. Tal vez, la más impactante haya sido una megapancarta en la que se leía "Ja n'hi ha prou de polítics titelles, la independència no es demana, es pren" (Ya basta de políticos títeres, la independencia no se pide, se toma). Otras, hacían referencia a la cuestión de los indignados pero reclamándola para sí en favor de la independencia. Y alguna -y eso que sujeta por la efervescencia de la juventud- mostraba realismo. La Asamblea Nacional Catalana propugnaba que "Per la construcció nacional de Catalunya, sense pressa, sense pausa" (Por la construcción nacional de Cataluña, sin prisa, sin pausa). Otra, recordaba que hoy la Unión Europea tiene 27 estados y con Cataluña serían 28. Y así transcurría una manifestación que ha tenido su colofón en el Arco de Triunfo. Allí, ha sido donde se han producido los parlamentos de tres históricos activistas catalanes como Heribert Barrera, Oriol Domènec i Moisès Broggi. El primero, al margen de advertir sobre lo que realmente debe importar a la ciudadanía, ha recordado la necesidad que tiene Cataluña de su derecho a decidir, porque sino se lo toman otros y siempre será "en contra" del país, y ha pedido que en las próximas elecciones generales haya un grueso importante de diputados independentistas para "boicotear" las instituciones españolas. Domènec, activo participante en las protestas del Palau de la Música, por ejemplo, ha pedido que se diga "prou" (basta) a muchas cosas: a los "vientos de poniente" de la "catalanofobia", a quienes dicen ser independentistas pero luego no actúan como tales -les habrán silbado los oídos a Joan Tardà, Oriol Amorós, Eduard López y Carles Bonet, todos ellos de ERC y presentes- y a la prensa que había difuminado la concentración, entre otros. Finalmente, el centenario -103 años, historia viva del país y casi del mundo contemporáneo- Moisès Broggi ha reivindicado una interacción de igual a igual entre Cataluña y España. "La semilla ya está plantada", ha evidenciado. Tras ellos, fuentes de la organización se han querido felicitar por el "éxito" de la manifestación, dado que algunos elementos externos habían augurado que sólo se llegaría a "2.000 personas" y se habían superado "las 40.000". Luego, también han querido extrapolar los números a todos aquellos que, a su parecer, estaban de acuerdo con el sentido de la manifestación pero no habían acudido. Pero, para bien o para mal, los números son los que son y no deben buscarse excusas. Aunque seguramente éstos se hubieran mejorado si la idea se hubiera difundido con más énfasis y se hubiera sabido tener mejor don de la oportunidad -"¿Por qué siempre se hacen estas convocatorias en julio, cuando apetecen otras cosas?" criticaban algunos coincidentes con la idea de base pero discrepantes en la oportunidad del momento- , más allá de la efeméride. Porque lo peor que puede suceder en estos casos es dar carnaza a los enemigos de la causa. Y ese es un riesgo que hay que evitar.
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