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Rubalcaba: un enorme mensaje con pies de barro

Rubalcaba: un enorme mensaje con pies de barro

lunes 11 de julio de 2011, 09:35h
En comunicación estratégica se sabe que el mensaje nunca depende sólo de su contenido, sino también del medio, de la intencionalidad del emisor y de la interpretación del receptor. Es muy posible que el discurso del pasado sábado de Pérez Rubalcaba pase a ser un ejercicio práctico frecuente en los cursos de muchas universidades sobre cómo un mismo discurso puede tener un significado distinto en función de las distintas variables mencionadas.  La primera y más notable distorsión se refiere a la necesidad que tenían algunos círculos políticos y periodísticos de que Rubalcaba mostrara un giro a la izquierda. Así que ese fue el titular que le endilgaron más allá de lo que realmente se dijera. ¿Nadie escuchó todo lo que planteó en economía? Porque yo no recuerdo una defensa tan encendida de la función empresarial en ninguno de los candidatos socialistas desde la transición (y probablemente en toda la historia del PSOE). ¿Tampoco escucharon la clara aceptación de los mandatos económicos de Bruselas? Pues lean la transcripción del discurso por si tienen dudas. Ya sé que la referencia más usada para aludir al supuesto giro a la izquierda es la que hizo sobre el uso de los beneficios de los bancos para crear empleo. Y es cierto que con esa referencia Rubalcaba quiso hacer un guiño, pero siempre salvando el contenido real de sus palabras: no se trata de algo que pueda hacerse hoy, sino cuando sea el momento (es decir, como aclaró su jefa de campaña, Elena Valenciano, una vez que se concluya la reestructuración de las cajas y los bancos). El candidato no decía nada nuevo: ya había repetido en varias ocasiones que la regulación sobre el capital financiero no pueda hacerse jamás en medio de la crisis. En esto no hay ningún giro a la izquierda en cuanto al Gobierno de Zapatero. El verdadero giro respecto de ZP es otro: Rubalcaba sí regresa a la matriz socialdemócrata, sacando al PSOE de la onda del partido radical italiano en que lo había metido Zapatero. Eso quiere decir que se sitúa en el clásico espacio de centroizquierda, con el tradicional impulso redistributivo y la moderación que caracterizan a la socialdemocracia. Por supuesto, para enfrentar los problemas de la España de hoy, pero sin ese color rojo encendido que se le atribuye.   En todo caso, el auditorio socialista necesitaba de algo semejante, así que procedió ordenadamente a entusiasmarse. Sin embargo, el cuerpo de la burbuja partidaria presentó un hueco significativo: el bajo perfil de la vieja guardia socialista. Es cierto que estuvieron presentes algunos (como Solchaga o Solana) pero fueron muchos más los que faltaron, comenzando por Felipe González. Y la excusa de que estaba fuera del país no convence a nadie. Rubalcaba sabe muy bien que Felipe es un verdadero artista para cambiar las agendas previas cuando le conviene. Pues bien, estas ausencias de la vieja guardia no son inocuas: reflejan que una buena parte de las filas socialistas no se compran todavía la burbuja entusiasta (de marca Rubalcaba). Y es que, juegos de imagen aparte, la situación de fondo del candidato socialista sigue siendo poco halagüeña. Incluso si logra que la gran mayoría de la militancia recupere su entusiasmo hasta el fin da la campaña electoral, tendrá que hacer el milagro de superar los quince puntos de distancia que le separan del PP según las últimas encuestas (cuando ya Rubalcaba se perfilaba como candidato).  Y, todo ello, tratando de evitar que su mensaje muestre los enormes flancos que tiene frente a sus adversarios en materia de credibilidad. Porque en este plano su mensaje no es otra cosa que un gigante con pies de barro. El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, ya se lo ha dicho claramente: es inmoral que Rubalcaba diga ahora que tiene alguna solución para luchar contra el paro y no la haya tratado de impulsar hace años. Y es que el dilema que enfrenta el mensaje de R2 (R1 sigue siendo Rajoy) tiene difícil solución: si dice cosas que suenan a continuidad con las acciones del Gobierno de Zapatero, serán consideradas más de lo mismo; y si dice cosas distintas se entenderá que juega contra su propio Gobierno y siempre estará expuesto a la pregunta de por qué no las impulsó antes. Su jefa de campaña, Elena Valenciano, ha tratado de responder a esta pregunta argumentando que “ahora la situación es distinta” y que por eso las propuestas del candidato son distintas. ¿La situación es distinta respecto de cuándo? ¿De hace dos años o desde el 9 de mayo del 2010, o de hace un mes cuando se preparaba el debate sobre el estado de la Nación? Como se dice en castizo, la argumentación  de Valenciano tiene patitas muy cortas. En todo caso, como ya adelanté, sí es posible identificar en el mensaje de R2  apreciables puntos de ruptura respecto de la dinámica política propia de Zapatero. Unos de mayor calado, como el regreso al discurso socialdemócrata, pero también otros directamente referidos a la forma de hacer política. En su intervención, Rubalcaba repitió varias veces que la concertación es mucho mejor que la confrontación. Eso lo ha recalcado respecto de las relaciones entre capital y trabajo con un énfasis que dejaba a la doctrina social de la Iglesia como un alegato extremista. Pero quiso dejar claro que también que refería a las relaciones con la derecha (adversaria y no enemiga) y llegó a afirmar: “he hecho muchos esfuerzos, muchos, pero voy a hacer muchos más para que la crispación y el sectarismo pasen definitivamente al baúl de la historia, al pasado, que es de donde nunca deberían haber vuelto”. Claro, de nuevo se expone a la pregunta ¿y esto lo dice ahora después de casi ocho años de relaciones entre Gobierno y oposición marcadas por la crispación y el sectarismo? ¿Acaso no estaba en el Congreso durante la última sesión del debate sobre el estado de la nación? No importa, miremos para adelante y saludemos la idea (venga de donde venga). Ojalá incluso no se trate de un mero asunto de relaciones públicas y constituya un indicio de que Rubalcaba sí tiene en su chistera el conejo sobre el que una vez especulamos: la posibilidad de plantear un acuerdo para una política de Estado sobre crecimiento y empleo (que no un pacto global ni un Gobierno de concentración, sino una política específica de Estado, que nos permita salir juntos de la crisis económica). Pero quien sabe, como han dejado claro sus colegas, sobre todo Patxi López, todo esto no son más que trazos de un boceto, que tendrá que ser discutido por la Conferencia del partido que confeccione el verdadero programa electoral. ¡Canastos! ¿Y si a lo mejor descubrimos que R2 tampoco es tan líder dentro del partido como lo pintan? Definitivamente, muchas interrogantes quedan abiertas cara a la próxima contienda electoral. Algunos incluso piensan que todavía hay partido que jugar, es decir, que Rajoy no tiene garantizado el triunfo. Desde luego, que eso es cierto en términos de posibilidades: siempre es posible que el PP cometa un error catastrófico antes del día de las elecciones. Pero no es tan cierto en términos de probabilidades. Seguir pensando que todavía hay partido es bueno para el ejercicio de la democracia, pero lo más probable es que la suerte del partido en juego ya esté echada. Y, por seguir con el símil futbolero, para poder sostener lo contrario creo que será necesario tener más moral que el Alcoyano. - Lea también: Meses de tensión a la vista entre Zapatero y Rubalcaba, que buscan una transición 'tranquila'
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