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El gordo del puro

miércoles 13 de julio de 2011, 14:52h
El capital no es un tipo obeso con un puro en la mano que desayuna higadillos. Es una estampa tentadora, pero lamentablemente no es cierta. Lo componemos los 15 millones de trabajadores por cuenta ajena, las tres millones y medio de PYMES y autónomos, los casi tres millones de funcionarios y, también, el resto de personas que no cotizan pero respiran hasta llegar a los 47 millones de almas cansadas que somos. Luego hay una ínfima parte porcentual que componen las corporaciones y una parte de la clase política dirigente, y ambas están íntimamente relacionadas. El precio de la luz y el gas; el tipo de interés bancario; las operaciones en Bolsa o los planes urbanísticos están supervisados y pueden ser intervenidos desde la política: cuando ejerce su función, y cuando no lo hace también, permite que esos pocos operadores ganen entre mucho y muchísimo dinero, aunque apenas generan el 5% de los empleos del país. Aún hay una parte más que decide la política: cómo se gasta y en qué el dinero que recibe de los trabajadores y empresas descritos en el primer párrafo, a los que retiene una media del 41% de sus retribuciones cada mes, sin que se entere. Y no parece que lo haya hecho con el decoro oportuno ni las prioridades pertinentes: es difícil tener datos fiables al 100%, pero cruzando unos y otros se puede alcanzar alguna conclusión apabullante, estremecedora, de ésas que convierten al ladrón de guante blanco más legendario de la historia en un vulgar mangui de radios de coche.  Por ejemplo que la miríada de tapaderas creadas artificialmente generan una deuda anual de 50.000 millones de euros, a los que hay que sumar otros 35.000 millones derivados de la improductividad, las duplicidades y el misterioso absentismo en la Administración, cuatro veces superior al de la vida ¿real?       España derrocha una Grecia al año, si admitimos al bello país heleno como unidad de medición en este ejercicio pedagógico con las cifras: este desmán, por cierto, facilita todas las privatizaciones imaginables, pues siempre serán mejor alternativa que el atraco, aunque peor que lo público si es decente. De un lado, pues, la política quema billetes para solaz de esos 88.000 cargos públicos o de confianza a los que el partido o el sindicato o la patronal agradecen sus servicios… con tu dinero. Y de otro, avalan por activa y por pasiva la ludopatía financiera de esos cuatro gatos multinacionales que cada día pueden cantarle al Gobierno, ellos sí, el viejo tema de Amaral: “Sin ti no soy nada”. No puede ser casual, por buscar un último elemento objetivo para derribar al inexistente gordo del puro, que una parte nada desdeñable de quienes han perpetrado el derroche de fondos públicos y protegido a los amigos de la banca, trabaje con ellos. He publicado la lista mil veces, e incluye a ex presidentes, ex ministros de Economía, ex presidentes del Congreso y una pléyade de ex altos cargos a quienes parece haberles ido muy bien en esas empresas a las que les fue muy bien con ellos mandando: en un país serio esto sería delito; aquí se considera una consecuencia de la experiencia. Hay gordos con puro, que calzan zapatos con puntera de hierro y están dispuestos a patearle el culo a su madre. Pero o no son relevantes o, cuando lo son, resultan fáciles de identificar y de controlar: cuando no se hace, sube la prima de riesgo en un año de 170 a 370 y los trompeteros de la nada, que callaron antes y ahora buscan culpables verosímiles, vuelven a señalar a una mano negra o a un zampabollos sin alma; aunque una vez más todo tiene una explicación más sencilla España es un país que gasta lo que no tiene en lo que no debe, adeuda lo que casi no puede pagar y pide más a quien no está convencido de que vaya a recuperarlo y por ello le impone unas condiciones leoninas: en ese escenario, usted y yo también tendríamos dificultades para lograr un préstamo y nos plantearíamos muy seriamente hacérselo a semejante acreedor. No hay más, pero tampoco menos. Sólo se trata de elegir entre la dura realidad, en cuyo reverso están presentes las causas objetivas del estropicio y en consecuencia el comienzo de las soluciones; o dejarse llevar por estos reverendos de nuevo cuño que, como en Las Brujas de Salem, lanzan maleficios, buscan brujas y encienden hogueras para que el rebaño se contente con un poco de sangre mientras ellos ríen en sus renovados altares. * Este artículo está dedicado a Javier López, secretario general de CC.OO en Madrid, un hombre íntegro e inteligente, con el que es gozoso debatir, aunque tiene un serio problema con las vigas y las pajas y se equivoca o se engaña a sí mismo con alguna frecuencia. Y a Carlos Martínez Gorriarán, antes filósofo que político de UPyD: a él le adeudo la estampa del gordo fumador. También a mi madre, que hacía cuentas mucho mejor que Solbes, Rato y el tal Van Rompuy juntos: sabía que dos y dos son cuatro y que si pones aquí, quitas de allá. Nunca se equivocó de prioridades.
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