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El gran simulador

El gran simulador

viernes 15 de julio de 2011, 21:50h
Los seguidores forman, aquí y allá, charcos multicolores sobre jóvenes que bailan al compás de música pegadiza, que invita a moverse. Globos amarillos, rojos y verdes se congregan prolijos, en grupos. Algunos vuelan sin destino aparente, mezclados entre papeles brillantes. Una rubia bien parecida mira a un joven como en una publicidad de Gancia. La escena es artificial, planificada, pero es real. Cuando el escenario se puebla y cada uno de los invitados a compartir la gloria agita remeras pulcras y coloridas por encima de sus cabezas el observador desprevenido cree estar en el boliche que eligieron sus hijos para pasar otro sábado. Pero no es eso. Se trata de los festejos del PRO por el triunfo de Mauricio Macri en la primera vuelta de la elección porteña. El candidato sube al escenario, se mezcla entre la gente y actúa como una estrella de rock madura que quiere recuperar la adolescencia. Empuña el micrófono, canta, baila, simula tocar una guitarra, estrecha la mano de sus fans y dice poco. Muy poco. Más bien nada. En esta puesta en escena quizás resida buena parte de la clave comunicacional del Jefe de Gobierno porteño. Decir poco y dejar el resto en manos de una estrategia que combina el impacto visual con escasas definiciones políticas de fondo. Apelar a lo útil, a lo próximo, a lo inmediato. Hablar de Boca, de la nueva esposa, de los hijos por venir. Marketing político que no inventó el asesor de Macri, Durán Barba, y que bien puede servir para que un político gane elecciones como para promocionar un detergente. Pero el marketing político no se basta a sí mismo. Poco efectivo sería el cotillón sin los fondos nacionales que financian buena parte de la obra pública de la ciudad o si la situación económica general no fuese alentadora, otorgándole un nada desdeñable viento de cola a oficialismos de todo color o pelaje. Y aunque el oportunismo de Alfonsín, Solanas, Carrió o Duhalde, intente adjudicar el segundo lugar del FpV a la nacionalización de la elección, la verdadera nacionalización es el bienestar creciente de los habitantes de la capital federal. Hecho que se da en todo el país y contribuye a los triunfos de quienes gobiernan. Sobre este escenario, al que puede sumársele el perfil ideológico de buena parte de los porteños, su relación con el peronismo y los movimientos populares, entre otros, Macri supo interpretar su papel, siempre amplificado por el complejo tecnomediático hegemónico cuyo epicentro es, precisamente, el área metropolitana, donde su influencia es mayor que en cualquier otro rincón del país. Desde hace mucho tiempo el Jefe de Gobierno porteño es la gran esperanza blanca de los medios dominantes y estos no escatimaron esfuerzos en demostrarlo. Saben que no pueden coronar en octubre y ya trabajan para el 2015. Se complementan tanto como se necesitan y eso ayuda en cualquier campaña, aunque no la dirija Durán Barba. Macri no hizo campaña porque siempre está en campaña. No gobierna, comunica. La gestión es reemplazada por estrategia y planificación comunicacional. La puesta en escena es su hábitat natural. En este sentido, Mauricio Macri es el gran simulador. El hombre capaz de resolver todo pero que no resuelve nada “porque no lo dejan”. El hombre que se dice tolerante, amplio y democrático pero desprecia a los morochos, a los pobres y todo aquello que huela a derechos humanos. Por eso puede balbucear, en una mezcla de ingenuidad y de cinismo, cada lector determinará en qué proporciones, que hay que acabar con los enfrentamientos, que entre todos podemos, que es cuestión de gestión, como si no supiera que la política es conflicto, disputa de intereses, correlación de fuerzas. Buena parte de los porteños resultó interpelada con éxito por este discurso. La táctica basada en la victimización permanente pudo más que las escuchas ilegales, la patota de la UCEP, la ruina de la educación y la salud públicas. Incluso, que las impiadosas críticas de su propio padre. Es un error creer que el triunfo de Mauricio Macri se debe a la genialidad u oportunismo de un publicista. Para sus rivales todo se reduciría a conseguir uno mejor o pagarle más al bueno. Para los sectores populares queda, entre otras, la exigencia de acelerar el ritmo de modificación del mapa mediático de alta concentración por otro más plural y democrático. Será fundamental para disputar el sentido con posibilidades distintas a las actuales. Será una manera de evitar salvajes e injustas campañas como la que llevaron adelante estos días contra Fito Páez. O de lograr que Tecnópolis, una megaexposición extraordinaria y trascendente por su valor como muestra del país que estamos construyendo, no sea demonizada por problemas de tránsito o comparada a una simple competencia de la Exposición Rural. Se trata de recuperar la política en toda su dimensión, de apelar a una lectura crítica del presente que permita separar la serpentina y los pasitos de baile de la realidad. Sergio Fernández Novoa Presidente de ULAN y Consejo Mundial de Agencias de Noticias. Vicepresidente de Télam
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