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Y, sin embargo, siento lo de Camps...

Y, sin embargo, siento lo de Camps...

miércoles 20 de julio de 2011, 23:52h
A veces no queda otro remedio. Es inevitable. Y Francisco Camps tenía que irse: acorralado y, paradojas de la vida, a menos de dos meses de su avasalladora victoria en las urnas. Yo creo que no se merecía esta poco honrosa salida por el absurdo regalo de tres trajes, sino porque no admitió haberlos recibido --¿qué cohecho, propio o impropio, hay en aceptar unos trajes baratos?¿Demuestra eso que hubo favores a cambio? Claro que no--. Y ha tenido que dimitir, al borde ya del abismo, porque ha gestionado pésimamente la crisis. Y porque le organizaron una cacería algunos medios, alguien en algún juzgado y, claro, porque las filtraciones interesadas sacaron a la luz alguna frase bobalicona y comprometedora: el “amiguito del alma” deslizado en su conversación ‘pinchada’ con ‘el bigotes’ le hizo más daño que los testimonios en su contra del sastre José Tomás. Siento, sí, que se marche Francisco Camps, porque me niego a pensar que un solo euro ilegal haya podido entrar en los bolsillos de esos trajes malditos. Hay una cierta inocencia en Francisco Camps, que creyó, ingenuo, que podría mantener su silencio arrogante sustentado solamente en un millón doscientos mil votos. Que pensó, errado, que podría mantener su boca herméticamente cerrada a las preguntas de los periodistas porque no tenía más oposición que una prensa a la que despreciaba. Coincidí hace dos años, junto con varios compañeros, con Camps en una regata de la Copa América. Iba acompañado de su hijo. El sufrimiento del joven, ahora puedo contarlo, ante el via crucis paterno era más que evidente: hasta trató de escabullirse de la charla informal con los periodistas que casualmente estaban allí –porque el president de la Generalitat evitó hasta el último momento los contactos con la prensa--. Entendí el drama personal del político y del padre. Me compadecí de ellos: seguramente, Francisco Camps no era acreedor a este final, aunque quizá, en parte, se ganó a pulso, por su torpeza, el batacazo. Seguiré apreciándole en lo humano –aunque la verdad es que nunca tuve demasiado contacto con él: ya digo que los periodistas no le gustamos— y lamentando su suerte. Pero seguiré pensando que nos merecemos otros políticos, quizá –yo no soy el juez—tan honrados como Camps, o más. Pero, desde luego, más hábiles. Fernando Jáuregui. Editor del Grupo Diariocritico.
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