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De chupinazo a txupinazo

jueves 05 de julio de 2007, 20:22h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes

Sí, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y chupineados niños y niñas que me leéis, apenas quedan unas horas para que Pamplona, la Pampelune francesa o la Iruña/Iruñea euskárica, vista sus mejores galas blanquirrojas para transformarse en una fiesta. Mañana al mediodía se da el chupinazo de salida, el cohete que con su ascensión al cielo y su estallido dice que ha llegado la hora de San Fermín, patrón de la ciudad y copatrón de la Navarra de todas las Navarrerías. O sea, fiesta grande, fiesta racial donde las haya. Pero también una fiesta universal (que se lo cuenten a los cientos de norteamericanos, australianos y escoceses, entre los individuos de otras etnias proclives al alzamiento de vidrio); una fiesta que excitaba hasta al bueno de Ernest Hemingway, que cuenta con un busto precisamente a la entrada de la plaza de toros de Pamplona.

No es la primera vez que, siguiendo las peticiones de algunos de mis mejores amigos, he asistido a los Sanfermines. Generalmente lo hago a petición de Carlos Abella, mi asesor taurino y de Luis Garralda de la Quadra-Salcedo, que ejerce de perfecto anfitrión, aparte de sapientísimo guía local. Porque no hay nada como la reciedumbre navarra. Simpaticotes hasta decir basta, los pamploneses pata negra, resultan de lo más amenos a la hora de servir de cicerones a quienes como yo no tenemos ni la más hetaira idea de los Sanfermines. ¡Menos mal que no nos hacen madrugar el día del santo!. Y no nos hacen madrugar porque, mañana, la vigilia de San Fermín la pasamos en el benigno estado que producen las libaciones de champagne millesimé, que es lo que consume cualquier dama o caballero que se precie en semejante trance. Claro que, a la hora de tener que salir a la calle, para eso del encierro, uno tiene la buena costumbre de recluirse en su suite. Como se trata de un encierro, lo más adecuado es permanecer encerrado en tus propios aposentos, ¿no?. Como para eso está la televisión, pues se pueden ver tranquilamente las carreras de los mozos delante de los astados por televisión. Y, desde aquí, gracias mil a Javier Solano, el comentarista oficial, que lleva, con este, 22 años narrando los percances divinamente.

Algunos de vosotros, niños y niñas que forzáis vuestros ojitos para leerme, os preguntaréis por cuál es mi opinión sobre este tipo de eventos. Bueno, pues –como diría mi amigo Antonio Moure de Andrade, gallego de pro—por un lado, ya veis y, por el otro, ¿qué queréis que os diga?. Reconozco que en los Sanfermines, el espectáculo es la propia masa en sí. Claro que también hay momentos (momenticos, que dicen los nativos) que le hacen soñar a uno. Por ejemplo: manada de toros en la calle Estafeta, arropada por los cabestros, con miles de otros cabestros –los de dos patas-- corriendo delante de ella. Uno evoca ensoñadoramente la gran y rápida carrera que podría hacer José María Aznar, alias Rocketman, el Hombre-Cohete, bien calzadito de excelente tinto de la Ribera navarra. Tan pronto sonase el chupinazo de salida del encierro, nuestro ex Capataz Mayor ya estaría en la Plaza de Toros. Otra evocación. La masa de corredores, perseguida por los toros, me recuerda esos momentos estelares de los manifestantes batasunos acosados por las Fuerzas de la Ley y el Orden. ¡¡Y ahí no está San Fermín con su capote para hacerles un recorte!!.

Claro que lo mejor, lo más digno de remembranza es, por ejemplo, el ajoarriero con bogavante, que, en el restaurante del Hotel Europa, preparan las hermanas Idoate. ¡¡Pura poesía gustativa!!. Un plato antaño de pobres (el ajo arriero, a base bacalao) ennoblecido por la carne del sabroso crustáceo.

Los pamploneses miden el año por el tiempo que va de un chupinazo al siguiente. Claro que algunos, esos que tanto le disgustan a Marianito Rajoy, se empeñan en llamar al chupinazo, txupinazo; de la misma forma que se emperra en eso de Nafarroa Euskadi da!!! (que quiere decir, Navarra es Euskadi). Son los mismos que dicen txupito (chupito), txikito (chiquito), Karlos (Carlos) o Pernando (Fernando). Y mientras se limiten a estas excentricidades, como que la cosa va bien.

Hoy es la víspera y, de momento, no se sabe qué partido tendrá que cantar, anticipadamente, el “pobre de mí” sanferminero. ¿tendrá la Comunidad Foral de Navarra un presidente sociata? ¿Repetirá en el cargo Miguel Sanz, el de la UPN, como quieren, desean y exigen los peperos? Esta es una incógnita que planea sobre todos nosotros. Y eso que Uxue Barkos de Nafarroa Bai, después del debate sobre el estado de la Nación es algo así como la niña bonita de ZetaPé, lo que la transforma en una bruja malvadísima para Rajoy.

En fin, que a Pamplona hemos de ir, pero en Rolls Royce. Como debe ser.

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