Más de 70 muertes a sus espaldas y, aun así, el autor de la matanza de Noruega, Anders Behring Breivik, lejos de mostrar cierto arrepentimiento por el horror cometido, intenta mantener en jaque al Estado de derecho.
El asesino ha decidido que no dará al juez detalles sobre la 'carnicería' cometida hasta que el presidente del gobierno laborista (contra quien iba dirigido principalmente el atentado) dimita, tal y como informan medios noruegos este domingo.
Lamentablemente, lo peor de todo no es la soberbia y falta de humanidad de la que se empeña en hacer gala este ser despreciable, sino que muy probablemente, estas declaraciones no sean más que una estrategia más de su defensa para hacer ver que se trata de un demente y no de un psicópata que distingue el bien del mal, para reducir su responsabilidad en los asesinatos.
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