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Ajustes aplazados por el calor

Ajustes aplazados por el calor

domingo 14 de agosto de 2011, 10:20h
Las duras, durísimas, medidas de ajuste económico urgidas por el Gobierno italiano, los planes de ahorro fiscal determinados en Portugal, las medidas de austeridad que planea Francia, han sido como bombas caídas en el patio trasero de una clase política española cuyo debate de la semana ha consistido en un ‘y tú más vacaciones que yo’. En el momento de escribir este comentario, no he escuchado a ninguno de los máximos representantes políticos hablar, para bien o para mal, de ese impuesto especial que Berlusconi ha tenido que cargar sobre las espaldas de los ‘ricos’, ni sobre la supresión de provincias y ayuntamientos en Italia –una idea que aquí se ha barajado y sobre la que he tenido ocasión de preguntar en estos meses a varios dirigentes españoles, cuya respuesta es siempre que eso aquí no es necesario--. Y, ya que estamos, creo recordar que, aparte de algunas ideas un poco prendidas con alfileres que Rubalcaba ha puesto sobre el tapete, aquí nadie ha dicho nada sobre cualquier cosa relevante desde que comenzó este mes de agosto tan cargado de sobresaltos. No; aquí, en España todos parecen muy satisfechos con la espectacular subida –subida de un día, claro—de los valores del Ibex y con la no menos espectacular bajada del diferencial de nuestra deuda tras la decisión del imprevisible y autoritario Trichet de que el Banco Central Europeo comprase deuda española e italiana. Así, los errores y aciertos de un Trichet a quien nadie parece pedirle cuentas, y medidas coyunturales como la prohibición (temporal) de especular con valores bancarios son los que condicionan las cifras de la macroeconomía española en el aquí y ahora. Pero ni eso quiere decir que la mejora vaya a ser permanente ni que las cosas en Europa estén dirigidas de una manera coherente y menos aún coordinada. Lo que sí sabemos es que el BCE envió una dura carta al Gobierno italiano, y otra no tan dura pero sí muy firme, al español exigiendo, a cambio de la compra de deuda, que las reformas se ahonden y aceleren. Berlusconi respondió con una sesión urgente en el Parlamento y con la adopción de medidas que van a costar a los italianos sangre, sudor y lágrimas: “mi corazón sangra porque mi Gobierno presumía de no haber metido jamás la mano en el bolsillo de los italianos”, decía el peculiar ‘cavaliere’, enfrentado a la ira de la oposición, de la patronal, de los sindicatos, de los alcaldes y, claro, de los ciudadanos de a pie. Reconozco no ser tan experto en países que conozco, sin embargo, bastante bien, como Italia y Portugal, como para determinar si el ajuste es el conveniente o si está presionándose excesivamente a una ciudadanía que se había instalado en el estado de bienestar más confortable. Pero sí sé que el tema merecería al menos un debate urgente en las Cortes españolas y la planificación de algunas soluciones para ahorrar que vayan más allá del recorte en autos blindados, en programas de las teles autonómicas o en asesores. O que vayan más allá de los cambios en el impuesto de sociedades y el ‘stop’ al gasto farmacéutico, que tantas protestas está generando. Veremos si el Consejo de Ministros del próximo viernes trae consigo algo más que el decreto que anunció Zapatero, quien va a pedir, por cierto, comparecer ante el Congreso a comienzos de septiembre para explicar el estado económico de la nación. Pero todo indica que este Ejecutivo ya no da más de sí, ni tiene tiempo para poner en marcha una serie de medidas tan revolucionarias como las arbitradas en Italia, por ejemplo. Socialistas y ‘populares’ han sido incapaces, hasta el momento, de anunciar un acuerdo en lo fundamental, por mucho que ya estemos abocados a la campaña electoral, y señalar al unísono que, gane quien gane las elecciones, se cumplirán los ajustes que entre los dos pacten. Y ese pacto, aunque sea tras el 20-N, habrá de darse forzosamente. Lo que me resulta muy duro de aceptar es que eso no se anuncie ahora previamente, de manera solemne, para aumentar la credibilidad de España como país ante el oleaje exterior. Spain, aunque pretendan convencernos de lo contrario, is not different. Y, además, camina con mayor lentitud que los famosos países de nuestro entorno. Serán los calores agosteños. [email protected]
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