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Los pequeños triunfos de Rubalcaba

Los pequeños triunfos de Rubalcaba

martes 13 de septiembre de 2011, 14:31h
En lo general Rubalcaba es todo lo contrario a Jack, el  del Titanic, que encarnaba Leonardo di Caprio. Como él se ha subido a lo alto de la proa de un inmenso trasatlántico en plena singladura. Igual que el “prota” de la legendaria aventura, el candidato extiende los brazos. Pero mientras Di Caprio cortaba el viento y se sentía  “el rey del mundo”, Rubalcaba abre sus brazos todo lo que dan de sí con la intención de contener la marea, las gigantescas olas que le superan en decenas y decenas de metros al grito de “estoy convencido que puedo ganar”. Más que el iceberg que acabó con los sueños de grandeza de aquel adolescente y con la soberbia de los constructores del buque supuestamente  más seguro del mundo, parece que al candidato le amenaza un devastador tsunami que puede acabar con todos los restos del poder socialista en este país para no menos de cuatro años. En lo particular Rubalcaba juega con su equipo de cerebros electorales, mientras hay vidilla de precampaña, a ir colocando en el debate alguna que otra trampa al enemigo popular, al tiempo que intenta seducir de alguna manera a sus desengañados votantes. El último ardid es el impuesto  sobre el patrimonio: su recuperación parece la traca final del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y constituye la opción estratégica más relevante, por el momento, del candidato socialista. Para el PSOE todo son ventajas: ha tomado la delantera en el debate imponiendo un tema en el que los socialistas se mueven cómodos, el impuesto a los ricos, mientras los populares prefieren mirar a otro lado en asunto de tocar impuestos y plantear cualquier duda entre las clases medias y entre sus más acaudalados electores. La propuesta ha logrado que afloren las contradicciones entre el adversario: Rajoy que lo rechaza ahora convivió muy confortablemente con el impuesto en los ocho años que gobernó con Aznar; algunos presidentes autonómicos populares como el extremeño José Antonio Monago ya se apuntan a cobrarlo y, todos los demás, tendrán que hacer equilibrios para explicar cómo piden que el Gobierno mantenga, como hasta ahora, la compensación por ese impuesto pero no quieren que lo resucite. No se va a hablar de otra cosa en los próximos días. Y el beneficio más inmediato de esta última disputa ya se ha cobrado. Sin quererlo se lo ha concedido a Rubalcaba una de sus más encarnizadas críticas, la presidenta de la Comunidad de Madrid. “¿Pero qué escándalo es éste de que el candidato socialista le ordene a Zapatero lo que tiene que hacer el Gobierno?”, se quejaba ante los periodistas Esperanza Aguirre. El equipo del candidato ha debido reproducir una y otra vez el video y el corte de voz y el bueno de Carlos Hernández, director de comunicación de Ferraz seguro que se ha planteado hacer un comunicado de prensa con ese titular. Porque ya nadie va a volver a preguntar quién es ahora el líder del PSOE: hasta el enemigo lo reconoce. Son pequeños triunfos que parecen animar a una candidatura que tiene en contra a todas las encuestas y el desánimo de sus electores y a la que parece mover simplemente el subidón de vivir peligrosamente. Porque, eso sí que es irrefutable, el elector merece un respeto y aún no se pronunciado. Y como le pasaba a Di Caprio, a veces puede resultar gratificante ir a contracorriente.
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