El riesgo de no arriesgar

Hay quien cree, cuando tiene por delante una decisión de peso o de cierta trascendencia, que lo más seguro es  elegir la opción más fácil y menos arriesgada. La que signifique  optar por lo más conocido en detrimento de lo que pudiera constituir una mayor novedad. Cree que eso le va a preservar de cometer errores o que le va a proporcionar una mayor probabilidad de no equivocarse. Y opta por lo ya conocido en vez de elegir otra alternativa que podría suponer lo bueno por conocer. Todo este preámbulo viene a cuento de los recientes cambios en la cúpula de la Casa de S.M. el Rey, completados esta semana con el anuncio del nombramiento como nuevo Jefe de la Casa del hasta ahora Jefe de Protocolo, Alfonso Sanz Portolés. Un funcionario de la carrera diplomática que lleva en el Palacio de la Zarzuela desde el año 1993, dieciocho años ya que lo hacen un veterano en el servicio al Jefe del Estado, y que ha tenido la habilidad de ir subiendo pasito a pasito desde un puesto de segunda fila en protocolo de la Casa hasta llegar ahora a ser el número dos en el entramado administrativo que organiza la vida oficial de la Familia Real. Creo que en los tiempos que corren hubiera sido necesario ser más audaz y apostar por alguien que fuera capaz de ver la necesidad de crear más sinergias entre la ciudadanía, propensa a ver actualmente cualquier gasto como superfluo, y la Familia Real. Y si bien el nombramiento de Rafael Spottorno ha sido un gesto acertado al colocarle en el lugar en el que debió estar desde su primera etapa en Zarzuela, por su valía e inteligencia, no creo que la palabra renovación sea la adecuada para denominar estos cambios en la Casa de Su Majestad. Más bien, creo, habría que hablar de un simple relevo en el que ha primado la voluntad de no meter la pata frente al necesario coraje que habría que haber tenido para afrontar estos tiempos oscuros e inciertos para todos. También para la institución de la Monarquía.