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Una crisis global e irradiante

Una crisis global e irradiante

viernes 23 de septiembre de 2011, 08:29h
La crisis económica es global porque golpea a todas las regiones y países del mundo, aunque no de la misma manera. Como muchas otras crisis, esta empezó siendo financiera pero terminó abarcando al conjunto del sistema. En un mundo capitalista global que ha sido condicionado por la renta financiera, por cada dólar del PBI mundial están circulando 20 dólares de especulación. Esa desigualdad define la hegemonía. Desde que Estados Unidos abandonó el patrón oro (Nixon, 1973, durante la guerra de Vietnam), la emisión de dólares ya no tuvo anclaje y fue creciendo de manera exponencial. Los organismos internacionales -que son el estado mayor de la gran banca- contribuyeron a generalizar un sistema de créditos a naciones y empresas que buscaba incrementar la capacidad de demanda (que paradójicamente terminó beneficiando más a la industria china de exportación). Le emisión sin respaldo se utilizó para financiar los gastos desmedidos de EEUU, principalmente los generados por las guerras. Así, un nuevo triángulo de poder se fue asentando en el país del norte: Wall Street, el aparato militar-industrial y las grandes empresas petroleras. En 1963 John y Robert Kennedy pagaron con su vida la pretensión de oponerse a la escalada militar en el sudeste asiático. Esa fue la primera decisión la tomó su sucesor, Lyndon Jhonson. Como el dólar es, al mismo tiempo, la moneda de reserva (ahorro) y la principal moneda de cambio, la emisión se desbocó, respondiendo a la creciente demanda mundial. La bola empezó a rodar barranca abajo y ya nada pudo detenerla. El ex presidente Bill Clinton logró reducir el déficit heredado de George Bush padre, pero luego Bush hijo se encargó de remontarlo otra vez. La lógica de maximización del beneficio llevó a miles de empresas estadounidenses a localizar su producción fronteras afuera, especialmente en México y en el cuarteto del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), para aprovechar la mano de obra calificada y barata, lo cual generó un brusco aumento de las importaciones estadounidenses. Nuevas guerras por el petróleo (Irak dos veces, Afganistán) agravaron el déficit. Por primera vez en la historia de Estados Unidos un presidente, Barak Obama, tuvo que enfrentar el fantasma de la cesación de pagos, que logró sortear a duras penas, y ahora trata de generar ahorros por 4 billones de dólares en diez años, con la oposición de la bancada republicana que se niega a aprobar la suba de impuestos a las personas y empresas que ganen más de un millón de dólares/año, y que en cambio pretende recortar los beneficios sociales. Estados Unidos ya tiene 9% por ciento de desempleo, casi la población argentina. Uno de cada doce norteamericanos no tiene trabajo. La desocupación golpea fuerte en la población menor de treinta años, donde alcanza el 25 por ciento, uno de cada cuatro jóvenes. Y si bien esto aclara quién es quién en Washington, no resuelve el problema. En Europa la situación es distinta, aunque convergente. Una moneda dura, el euro, atenazó el desarrollo de las economías menores, obligándolas a contraer ingentes deudas para sostener el nivel de vida de las poblaciones. Así, Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia vieron comprometida su solvencia crediticia. Atenas está al borde del default. Varios economistas de primer nivel le recomiendan salir del euro, devaluar y empezar de nuevo, como hizo la Argentina en 2002 al despegarse del uno a uno con el dólar. Este hecho y sus repercusiones (¿le seguirían Portugal e Irlanda?) podría significar la quiebra de la mitad de los bancos de Alemania y de uno o dos de Francia, por su exposición en la deuda griega, y a corto plazo algo peor: la fractura de la moneda común y la inviabilidad de la Unión Europea como espacio político y socioeconómico. Para dar un solo ejemplo, cuando Grecia tenía su moneda histórica, cada dólar que ingresaba por el turismo equivalía a 10 dracmas; hoy cada dólar representa apenas 0,65 euros. La Argentina pasó por lo mismo durante la convertibilidad, cuando compartió moneda con la principal potencia del mundo. Igualmente absurdo es que Grecia tenga la misma moneda que Alemania. El rebote de la crisis en la vasta periferia del capitalismo tendrá distintos grados y alcances, aunque un denominador común: será proporcional a la caída de las exportaciones que sufra cada país. En África significará más hambre; en Asia, desempleo; en América del Sur todavía no está claro, aunque su suerte dependerá en buena medida de dos cuestiones clave: la marcha de la locomotora china y la fortaleza del comercio intramercosur
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