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El Fútbol y la Política

El Fútbol y la Política

jueves 19 de julio de 2007, 02:38h
Una vez más se ha demostrado en Venezuela que el fútbol es un deporte de alto impacto en lo social. Que puede llegar a convertirse en una fuerza definitoria y preponderante en ciertos momentos en el ámbito de la sociedad.

Este fenómeno es observable en distintos tiempos y lugares del mundo. Perú y Ecuador estuvieron en una ocasión a punto de  entrar en guerra por un partido de fútbol.

Cuando no pocos seleccionados locales tenían una actuación importante en una Copa del Mundo llegaron a producirse “pausas” en la represión de los regímenes dictatoriales del sur del continente durante los años 70. Y aún se recuerda un episodio de la segunda guerra mundial (que fue llevado al cine) dónde un partido de fútbol entre captores y prisioneros en un campo de concentración alteró las relaciones de poder en ese ámbito.

Son numerosos entonces los ejemplos en que este deporte de multitudes ha influido directamente, congelando grandes sucesos sociales. Venezuela, en esta oportunidad  escenario de la reciente Copa América conquistada nuevamente por Brasil, no quedó fuera de esa historia transversal. Se volvió a demostrar cómo un evento futbolístico puede constituirse en una balsa de aceite sobre el mar tormentoso, marcando una pausa en las confrontaciones sociales.

Los planes de sectores de la oposición venezolana para enturbiar el evento o usarlo como caja de resonancia internacional, generando hechos en escenarios deportivos que pudieran transmitirse vía satélite al exterior, fueron barridos por el gran éxito de asistentes que  colmaron  los recintos y por la atención mayoritaria de la opinión pública en los sucesos del campeonato continental, primero por el apoyo que concitó la vinotinto, y también por un interés general hacia todos los partidos de un evento que por primera vez se realizó en Venezuela.

Nadie esperaba una adhesión tan masiva y entusiasta del pueblo, beisbolero por naturaleza, a un deporte en el cual históricamente la tierra de Bolívar es novel. Este factor cambió todas las previsiones de los analistas  políticos.

Iniciada la Copa América se apagaron las manifestaciones estudiantiles de un movimiento que -si bien venía en caída por una  inconsistencia estructural y un  permanente cambio de consignas- había anunciado que continuaría sus protestas en vacaciones.

Y más aún, la prensa antigubernamental, mayoritaria e hiperactiva  (unida a los grupos estudiantiles y  partidos políticos de oposición) sufrió el mismo receso. La muy menguada concurrencia a una marcha llamada al inicio de la competencia continental del Deporte Rey parece que puso las barbas en remojo, a la espera de una circunstancia social más conveniente.

En definitiva, una muestra más de como los procesos sociales son fenómenos muy complejos, en los cuales funciona habitualmente el “efecto mariposa” o “noción de sensibilidad a las condiciones iniciales de la teoría del caos”. Los factores que determinan estos sucesos van en ocasiones más allá de lo político. Esto ya se había constatado en los 60 y los 70 en el Sur, cuando sistemáticamente se veía cómo la llegada del verano establecía pausas y ralentizaciones en los enfrentamientos sociales.

La pasión masiva que genera el fútbol y que nadie tuvo en cuenta provocó un momento de inflexión  en capítulos históricos tensos. Asistió a los estadios un total de un millón 50 mil 230 espectadores, con un promedio de 40 mil 393 asistentes por partido. Es decir, los venezolanos prácticamente llenaron los estadios en todos los encuentros (una carta de presentación para la ya manifestada aspiración venezolana de organizar el Mundial de Fútbol de 2014).

Cuando el domingo sonaba el pitazo final que dio cuenta de la derrota de la celeste -pese a ser la selección más goleadora con 16 tantos- y del triunfo brasileño (lo han hecho los cariocas en cuatro de las últimas cinco finales de la Copa América) se anunciaba desde la oposición retomar  las “acciones de calle” con el tema de la “inseguridad” como caballo de Troya, un flagelo que azota de norte a sur al continente, tema utilizado casi siempre por intereses estrictamente políticos, ya que la solución de fondo pasa necesariamente por cambios sociales  bastante  profundos y necesariamente consensuados. 

Atrás quedaron 86 goles en 26 partidos, para un promedio de 3,31 goles por partido, demostración del arrojo que dejaron los seleccionados en la cancha. 

Finalizada la Copa América, se está a la expectativa del retorno de acontecimientos propios de una sociedad en un proceso de cambios profundos, aunque en rigor la Copa América no significó que los distintos intereses opuestos al gobierno de Hugo Chávez cesaran en denunciados intentos de desestabilización, apoyados desde el Norte por un gobierno que no ha trepidado en incluir a la Venezuela Bolivariana en su  ya gastado –por recurrente-  “eje del mal”.

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(Esta columna fue escrita “a cuatro manos” por los periodistas Manuel Villar Burchard y el uruguayo Diego Olivera)
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