Encina

La encina se puede desarrollar como arbusto, en cuyo caso se denomina carrasca o chaparra, o como árbol, pudiendo alcanzar los 20 metros de altura. Presenta un tronco no muy grueso y derecho con corteza pardo-grisácea y agrietada. La copa tiene forma redondeada y las hojas permanecen en el árbol durante unos tres años. Éstas tienen el margen dentado y son de color verde, con pelo en el envés.
 
Esta especie de Quercus florece entre abril y mayo. Las flores masculinas, que nacen en los extremos de las ramas y tienen un tono amarillo brillante, destacan más que las femeninas. El fruto de la encina es la bellota, que brota en otoño. Se utiliza para alimentar a los cerdos ibéricos, por lo que las dehesas de encinas tienen gran importancia en la ganadería española.

La encina se desarrolla bien en todo tipo de suelos, aunque prefiere los calizos, y en una altitud que va desde la costa hasta los 1.500 metros sobre el nivel del mar. Es muy resistente: soporta bien la escasez de agua y las temperaturas extremas, y es capaz de volver a brotar después de incendios y talas. Es una especie muy longeva; puede llegar a vivir varios centenares de años, incluso llegar casi a los mil.
Su hábitat natural es el Mediterráneo, por lo está presente en casi todos los países que lo bordean. En España, se encuentra en casi toda la Península, excepto en el área cantábrica. Sus usos, aparte del ganadero, son muy variados desde antaño. Así, su madera se ha utilizado para fabricar piezas de carpintería que requieran gran resistencia y para hacer carbón vegetal.