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La bandera española

viernes 03 de agosto de 2007, 13:23h
Jamás me han emocionado las manifestaciones simbólicas, así que no duermo envuelto en ninguna bandera, como hacen otros. Ni siquiera en mis años progres vestí camisetas con el rostro del Ché Guevara ni me peiné a lo rastafari, como Bob Marley, en honor de Haile Selassie. Todo lo más, lucí alguna ikurriña en la solapa para molestar al régimen de Franco.

O sea, que no soy propiamente un patriotero. Pero me parece de cajón que el Tribunal Supremo obligue a que ondee la bandera española en los edificios públicos. Aunque en muchos sitios de Euskadi no se hace desde hace 25 años, argumenta con razón el tribunal que la costumbre “no puede imponerse a la ley”. Hasta ahí podríamos llegar. De no ser así, podrían legitimarse desde torturas en alguna comisaría hasta los maltratos domésticos con carácter habitual.

Me parece, pues, de coña que se respete la bandera española, la única indefensa en este país ante la hostilidad de sus enemigos, que lo son a su vez, no lo olvidemos, de los ciudadanos españoles. Ya es una paradoja que a nadie se le permita faltar el respeto a la ikurriña, a la senyera, a la enseña republicana o la irisada del movimiento gay y que, en cambio, se considere una “provocación” el uso de la bandera de todos.

Por eso, los que aluden plañideros y temerosos a una nueva “guerra de banderas”, como la de los años 80 en Euskadi, no hablan de algo abstracto, sino del ataque concreto e inminente por parte de ellos a una sola enseña, la española.

Y es que el nuestro es un país curioso y hasta contradictorio. Somos el único que tiene un himno sin letra y eso mientras nos dure el himno, que es otra; en el que símbolos de partido, como el lábaro bicrucífero del PNV, se convierten en banderas institucionales y autonómicas, y donde la utilización de la enseña nacional, en cambio, se considera “apropiación indebida”, para así impedir que se use.

Me gustaría saber cuántos de esos enemigos de la bandera constitucional han acudido a algún acontecimiento deportivo en Estados Unidos. Se habrán cansado, entonces, de levantarse a escuchar respetuosos el himno de La bandera de estrellas centelleantes mientras se iza el estandarte nacional. Y que no se les ocurra hacer ninguna coña, porque pueden jugarse hasta la carrera deportiva, como le sucedió al baloncestista Abdul Rauf.

También pueden preguntarles a Miguel Ángel López y Edén Galván, los jóvenes detenidos en Letonia por “ultrajes a la bandera” que simplemente habían pretendido robar. Y es que en otros países hay temas sobre los que no permiten ni una broma.
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