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Votar allende la patria

Votar allende la patria

lunes 13 de agosto de 2007, 03:58h
Derechos. ¿Cuánto tiempo más habrá de transcurrir para que nuestros legisladores (padres/madres de la Patria) se dignen a normar el voto de los bolivianos que viven en el extranjero? ¿Tres meses, dos años, una centuria? ¿Cuán difícil es entender que esos compatriotas, por más que hubiesen partido -unos de paso, otros para quedarse-, no dejaron de ser ciudadanos? ¿Qué de miedos-espantajos provocan aquellos que reclaman el esencial, ya impostergable, derecho de ser tomados en cuenta en las decisiones sobre el destino de la pluri-nación boliviana? Vamos, legisladores, hagan su tarea.

He tenido el gusto de compartir/conversar (agosto al fin) con algunos de nuestros compatriotas que, bo-li-via-nos a carta cabal, radican en Argentina. Y su demanda es inequívoca: ¡queremos votar! No por capricho-antojito ni, menos, "con arreglo al cálculo político". Exigen el derecho al sufragio (ese deber) porque sus raíces-futuro, sus sentidos, sus latidos, se reflejan, cual anhelado espejo, en Bolivia. Quieren estar: no piensan dejar de ser. Ora cosechen tomates, ora los vendan en un mercado de Buenos Aires, los "bolitas" piden reconocimiento e inclusión. Votar, pues, es lo mínimo.

Hay quienes ven este asunto con anteojeras electorales de corto plazo y hacen sumas-restas. Vale. ¿Cuánto habrán de pesar, en el resultado, las preferencias de los bolivianos (auto)exiliados? ¿Serán decisivos para la elección de autoridades y representantes? ¿Definirán acaso el rumbo de uno, dos, muchos referéndums? Pero lo que está en cuestión, más que "la inclinación" de los votantes en el extranjero, es un elemental derecho de ciudadanía. Un derecho ya incorporado como aspiración-principio, pero cuyo ejercicio efectivo depende de reglas y procedimientos aún pendientes.

Está la parte técnica, claro, el coste en materia de recursos. La democracia de elecciones -ya se ha dicho, está visto- es más o menos dispendiosa. Requiere decisiones, hay acumulación de experiencia, sobran dificultades… Pero la logística (asunto en el cual el organismo electoral tiene sobrado equipaje) en ninguna circunstancia puede limitar/postergar la participación política. Menos aún si, como en este caso, se trata de compatriotas cuyo aporte al país es enorme. Y no hablo sólo de las abultadas remesas, sino de identidad compartida, nostalgia-sentimiento, vida…

¿Qué hacer? Además de la imprescindible norma y sus reglamentos, supongo que el reto mayor radica en identificar ("empadronar", si acaso) a los nuestros más allá de los registros oficiales. Y apostar por la comunicación pública a prueba de fronteras. Hacernos/les partícipes del proceso. Escuchar sus voces múltiples. Asumirlos como esa otra dimensión, imperdible, de nuestra diversidad. Construir la pluri-nación boliviana más allá del territorio. Y abrir de par en par, como primaveras sin esquinas rotas (grandes Mario y Matilde), las puertas del regreso, esas dulces hierbas que cautivan.

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