Solidaridad con Perú

Perú es un país latinoamericano y, por tanto, es un país amigo de los españoles, pero incluso por encima de una razón tan histórica y en el fondo tan retórica como ésa, Perú es el país de miles de personas que trabajan en España. Ahora vive una de sus peores tragedias, como consecuencia de un terremoto que ha afectado a una de sus zonas más pobres, lo cual es sinónimo de doble desastre en América Latina, cuyas infraestructuras son muy precarias. La ayuda a Perú es absolutamente esencial y España debería estar a la altura de este momento. Estamos hablando de casi cien mil damnificados, de la muerte de más de 500 personas, de unos 1.500 heridos y de la destrucción de cerca de 20.000 casas y otros inmuebles.

La situación requiere medidas de choque, que el Gobierno, las comunidades autónomas y numerosas oenegés han empezado a afrontar con cierta celeridad. Ahora habrá que estar atentos a que esa ayuda llegue a quienes la necesitan y también a que no cese cuando los cámaras abandonen la zona. Pero sobre todo, España tiene un gran reto pendiente en América Latina: asumir el liderazgo que todo el mundo le reconoce para compartir con Estados Unidos el impulso de reformas estructurales que nunca van a evitar los terremotos pero que sí pueden eludir sus consecuencias, como ya vemos que pasa en las zonas desarrolladas del planeta.

La ayuda a Perú no debería ser, por tanto, sólo de choque sino dar pie a una política de mayor calado, cuando menos no inferior a la grandeza de la que inspira, sin ir más lejos, la Alianza de Civilizaciones, impulsada por el presidente Rodríguez Zapatero. España lleva demasiados años equivocándose en América Latina y ahora que es toda una potencia económica en el mundo podría ir empezando a compensar y a superar errores del pasado. El despliegue empresarial de las multinacionales españolas en la zona justifica además la superación de viejas retóricas para empezar a trabajar realmente en serio desde el campo de la política. Con mayúsculas.