No un Informe, sino dos

No un Informe, sino dos

Jorge Medina Viedas

En conjunto, nuestra clase política está demostrando un estilo de pactar, de procesar y de consolidar la transición hacia la democracia: en la confrontación y en el desorden.

El Informe presidencial es un buen ejemplo: llama la atención que se quieren eliminar las liturgias humillantes del viejo presidencialismo en sus protocolos menos democráticos y más antipolulares, se quiere escribir informe con minúscula, no se quieren ya nada de sometimientos a la figura presidencial enaltecida por el anterior sistema político en el que los ejes eran el presidente y su partido. Y actúan precisamente con los métodos propios del autoritarismo.

Hemos visto cada vez de manera más frecuente a nuestra clase política descarta a priori el diálogo, prescinde del intercambio de razones, de propuestas, lo cual es una forma de huir del compromiso público ante la sociedad. Y con ese alejamiento entre las fuerzas políticas, toma lugar el reforzamiento de las posiciones más cerradas e intransigentes de los partidos.

No sólo el PRD sino todos las organizaciones políticas, incluidos el propio PAN y el PRI, no quieren volver al pasado ritual de los informes presidenciales priistas. Pero lo cierto es que fue sólo el PRD el que se hizo cargo de la causa en el Congreso de la Unión, al abandonar la sesión abruptamente y con los métodos que le dan su sello de identidad.

Por eso no deja de llamar la atención la acción del PRD de retirarse de la sesión de apertura del Congreso de la Unión. Fue muchas cosas entre otras un acto cómico. Intentó ser un acto de fariseísmo político, un dragoneo de los que los suelen hacer de los legisladores del PRD, cuando se sumergen en la línea del radicalismo y cuando se les ve pastoreados por el fuete del jefe de todos ellos. Todo eso fue el retiro con fanfarrias del PRD de la sesión del Poder Legislativo.

Lo que vimos fue un acuerdo interno de última hora de ese partido, que probablemente se imaginaron que sería considerado como una medida digna del reconocimiento y del aplauso de la sociedad: abandonar la plaza para dejar constancia de su inconformidad ante la comparecencia del presidente “ilegítimo”. Una chorrada política, un resbalón.

Y por si fuera poco, a su táctica errática y torpe, el PRD sumó la operación de la maquinaria autoritaria que tan afinada tiene para estas eventualidades.

Quedaron en el ridículo en la forma de hacerlo y en la ingenuidad política por las consecuencias. Desde varios meses atrás mostraron sus músculos, gruñeron, llegaron casi a la intolerancia declarativa frente a la posibilidad de que asistiera y hablara el presidente Calderón este 1 de septiembre.

Lanzaron todo tipo de advertencias con el fin de que se entendiera que harían hasta lo imposible para impedirlo: el presidente Calderón ingresó al salón del pleno, habló en la tribuna y hasta un pequeño paseíllo por el sillerío, tal vez no establecido en algún pacto secreto, se permitió.

Salió sonriente, satisfecho, y eso en política, en esta política en boga, claro que cuenta. Y mañana, el Presidente tendrá equipos, balón, cancha y silbato para él solo. O sea, que la odiada fiesta presidencial este 2007 no sólo fue por un día sino que será por dos.

El PRD ahora se equivocó por temor, por tanta desorientación que sufre el colectivo y no se diga la dirigencia. Pero en el fondo tengo la convicción de que entre la enorme confusión que lo agobia, emergió el miedo —justificadamente explicable— de seguir cayéndose por el tobogán del desprestigio.

El colmo es que optaron por una teatralidad tardía e innecesaria que provocó la alegría de los panistas, el silencio convenenciero de los priistas, y, por si fuera poco, el sentimiento de ridículo de muchos legisladores perredistas que no fueron convencidos a esa protesta, cuya comicidad a cargo del PRD, muestra otro lado de la crisis que sufre este partido. O sea, que por su culpa, tendremos dos informes y no uno.