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Un sueño posible

Un sueño posible

lunes 27 de agosto de 2007, 03:01h
Las veces que me ha tocado ir a Uruguay he regresado con una envidia insana. La sana no existe como dice un gran amigo y colega uruguayo. Envidia por la forma como tratan, viven y conviven los adultos mayores en esa sociedad, tanto o más vapuleada que la nuestra.

Los uruguayos, desde 1983, adaptaron y pusieron en práctica un tema vital: la educación no formal para adultos. La historia se inicia en Toulousse, Francia, cuando Pierre Vellas funda la primera Universidad para el Adulto Mayor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Toulouse, en 1972.

El surgimiento de instituciones similares determina la fundación de AIUTA (Asociación Internacional de Universidades de la Tercera Edad) para definir objetivos comunes y establecer relación entre ellas. En 1975 nace en Ginebra, Suiza, UNI-3 Ginebra. La obra se proyecta a América a través de testimonios de profesores uruguayos que conocieron sus métodos y criterios orientadores adaptándolos como modelo.

Hoy existen en Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, México, funcionan en red y establecen  permanente intercambio a través de congresos y reuniones continentales. El objetivo fundamental es la recuperación para beneficio de la sociedad de los valores que representa cada adulto y su necesario protagonismo en  la democracia.

Esta educación liberadora, no formal, es laica, gratuita, transversal, autónoma, independiente y universal. De ahí parte de la “envidia insana”. En Chile algunas universidades han introducido cursos para adultos mayores, que la mayoría no puede costear, en horarios incómodos,  lo que conlleva deserciones y frustraciones.

La educación permanente constituye un desafío para un país como Chile que pretende seguir punteando el ranking económico latinoamericano con un 20 por ciento de su población envejecida, pero con anhelos de superación y proyectos de vida.

Es por ello que se requiere encarar el tema con una nueva mentalidad, no solo asistencial, si no cultural, en una América Latina que revaloriza el Mercado Común del Conocimiento, más allá de los objetivos económicos e integradores. 

Además, en los países donde existen estas UNI-3, o Universidades de la Tercera Edad, se ha comprobado el positivo impacto en la salud pública y privada.

 Un ciudadano que ve prolongarse su vida después de jubilar, tiene más de 20 años de vida útil antes de verse relegado a su hogar y si mantiene su mente ocupada en aprender y compartir no necesita atención médica permanente. También  hay un impacto en el menor uso de recursos públicos en temas ciudadanos, porque el adulto mayor va a prolongar el ejercicio de sus deberes y derechos.

Otro aspecto relevante es el reciclaje que experimenta un adulto mayor al conquistar un espacio para acrecentar y compartir sus conocimientos, tener una nueva oportunidad. Ello favorece su estado psicológico, refuerza su personalidad a la vez que comprueba que su capacidad de aprender no está agotada. Así, se instruye, colabora y aporta.

Dentro de la sumatoria de beneficios comprobados se incluye el tema de la convivencia  y pacificación social. Mujeres y hombres felices y colaboradores contribuyen a afirmar la familia. El adulto mayor deja de ser un peso para sus parientes, encarna el regreso significativo al ámbito que él mismo creó. “Es volver a poner el mantel a cuadros y contar historias alrededor de la mesa”, graficaba una maestra uruguaya  de larga experiencia en la UNI-3 de su país.

Conocer esa experiencia, participar de ella, ver a la gente hacer filas interminables para matricularse, comprobar la generosidad de grandes maestros de distintas disciplinas que imparten clases gratuitas, ser testigo del entusiasmo y devoción de los alumnos, escuchar a la eternamente sabia Alondra Bayley, Rectora  y fundadora de la UNI-3 uruguaya, es sentir que la educación no formal, reivindica el derecho a ser persona. Es por eso que Chile tiene que considerar que sus Adultos Mayores merecen un ámbito que les permita seguir desarrollando sus capacidades y sentido de participación.

La tarea está pendiente. La fórmula la tienen nuestros vecinos uruguayos. Es cuestión de adaptarla a nuestra realidad, donde ese 20 por ciento de la población, a futuro, se puede transformar en un aporte y no en una mochila que signifique un ancla para el crecimiento.

El gobierno, los privados, las organizaciones no gubernamentales, instituciones privadas y públicas, las iglesias tienen que considerar el tema como una política cultural de Estado. El adulto mayor necesita -además de una pensión que le permita vivir decentemente, del turismo de marzo a diciembre, de cines y teatros rebajados, de los cursos municipales de gimnasia, computación y bridge- una política que lo considere y lo recicle en el mundo del conocimiento. Por ser depositarios de las tradiciones es preciso incorporarlos a la educación permanente. Es un tema urgente dentro de la inclusividad como política de Estado.

Los adultos mayores no compiten en Chile por cuotas de poder ni postulan a cargos políticos. Y aunque otras culturas  valoran y requieren esta  experiencia, para nuestros adultos mayores  bastaría  con seguir pensando, estudiando, intercambiando conocimientos y haciendo nuevos amigos en un espacio propio, incorporados y no arrinconados por  la sociedad.

Anoche soñé que la Presidenta incluía el tema en su agenda y la envidia se transformó en una profunda  esperanza.

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Mary Zajer
Periodista
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