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Luto y preguntas en el fútbol español

miércoles 29 de agosto de 2007, 00:54h

El mejor Sevilla futbolístico de la historia está pasando su peor momento humano. La muerte de Antonio Puerta, que también se encontraba en la mejor etapa de su aún corta -y, ¡ay!, truncada- carrera, ensombrece los mágicos últimos 15 meses del club en los que se ha apuntado cinco títulos -dos Copas de la UEFA, una Supercoa de Europa, otra de España y la Copa del Rey- consecutivos. Pero semejante tragedia de alguien que, según sus compañeros, unía a su bonhomía futbolística otra más importante, la personal, empaña todos los logros deportivos.

Pero desde el dolor que sentimos todos, aficionados o no, por la muerte de alguien en plena juventud, hay que preguntarse cómo ha sido posible que un deportista de alto nivel y altas exigencias haya sufrido esta muerte súbita sin que los responsables médicos del club fueran capaces de descubrirlo. En pleno siglo XXI y con todos los avances sanitarios de que dispone la medicina, y más la especializada en el fútbol profesional, no es fácil comprender, desde la perspectiva de un ciudadano básico,la tragedia final.

Nadie puede dudar de la profesionalidad del equipo médico sevillista, indudablemente, pero nadie puede despejar las dudas que se plantean. Máxime cuando el propio jugador ya había tenido episodios similares, en partidos -Badajoz, mayo de 2006- y en entrenamientos -algún compañeros ha dicho que de vez en cuando le daban mareos, aunque se le pasaban rápido-. Aunque ya dé igual, confiamos en que, una vez pasado el impacto inmediato de la tragedia, se ofrezcan las explicaciones al respecto para tapar esas dudas.

Al margen de ello, y con el recuerdo del también sevillista Pedro Berruezo, fallecido de otro fallo cardiaco hace 34 años durante un partido en Pontevedra, ya lo único que puede hacerse es todo tipo de homenajes al chaval y todo el apoyo del mundo a su humilde familia. Porque, por encima de todo, algo sí que no plantea ninguna duda: la mala suerte de Puerta.

Porque la displasia cardiaca que le ha costado la vida sólo afecta a un porcentaje tan nimio como 1 ó 2 deportistas de cada 100.000, y la mayoría de ellos se salvan de la muerte -súbita- con los famosos desfibriladores, que sí se utilizaron con el sevillista tras caer fulminado en el Sánchez Pizjuán el pasado sábado, pero los daños del corazón y cerebro eran tan grandes que sólo retrasaron unos días el fatal desenlace final.

Es como si le hubiera caído una maldición para que no se escapase de un fallecimiento en plena flor de la vida deportiva y de la otra. Descanse en paz el bueno de Puerta.

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