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El sucesor que te suceda, buen sucesor será

miércoles 29 de agosto de 2007, 13:52h

El mundillo político madrileño, donde ya empiezan a renacer, de las cenizas veraniegas, los cenáculos y mentideros, anda revuelto. Ahora, el tema es la sucesión de Mariano Rajoy. Que es uno de los dislates más recurrentes con los que a veces se divierten los comentaristas ociosos y con los que en ocasiones se disparan algunos tertulianos incautos. Ahora, en el marco de una serie de informaciones en las que se especula con el ‘aterrizaje’ de Ruiz Gallardón en las listas electorales, con que si Rodrigo Rato va o viene, alguien le pone un micrófono delante a Manuel Fraga y le pregunta, no sin lógica, por la ‘sucesión’ de Rajoy. Fraga, que lleva una temporada ya en la que solamente habla de sí mismo, responde, entre frases algo atropelladas, que “hay que ir preparando las sucesiones”. Receta moral que, quienes conocen al viejo patrón, saben que, cuando habla del tema, quiere decir que él, Manuel Fraga Iribarne, organizó bien su propia sucesión. Me consta que ni por asomo quiso referirse a la sucesión de Rajoy, que ha sido la serpiente política del verano; puede incluso admitirse, a título de hipótesis, que el viejo león de Perbes prefiera a Gallardón, pongamos por caso, antes que a su paisano Rajoy. Pero la vieja indestructible lealtad de Fraga a su partido haría que antes lo desollaran vivo que decirlo en público, y menos ante un micrófono. Lo que ocurre es que el encaje de bolillos dialéctico nunca ha sido el fuerte de Fraga, y ahora no tendría por qué ser de otro modo.

Algunos de los que enredan en el PP con este tema sucesorio, que los hay, alegan que resulta difícil vencer en unas elecciones con Rajoy en la cabecera del cartel, porque “sale muy mal en las encuestas”. Y es cierto: su valoración entre los encuestados suele ser bastante peor de la que incluso yo, que no me cuento entre los ‘marianistas’, creo que merece.

Hace tiempo que me pregunto por las razones por las que Mariano Rajoy, que es persona evidentemente sensata y que inspira la confianza de quien lo escucha, que no altera jamás sus modales pausados y su buena educación, sale tan mal parado en las encuestas de opinión. En el Partido Popular lo atribuyen, oficialmente, a que por él solamente se decantan los votantes del PP, mientras que a Zapatero le conceden índices de popularidad quienes también son votantes de otros partidos. Eso, al margen de mostrar la soledad alarmante en la que se mueven los ‘populares’, no me justifica que Rajoy haya llegado a tener las mismas cotas de valoración en los sondeos que Gaspar Llamazares, el líder de Izquierda Unida.

Algo más está ocurriendo, y deberían en el PP ponerse manos a la obra: ¿ofrece Rajoy una imagen excesivamente malhumorada, tan barbado, grande y profesoral, en su regañina diaria al Gobierno? ¿Está calando la idea de que es personaje demasiado poco ambicioso para llevar el timón de un partido que quiere asentarse en La Moncloa? ¿O acaso –y eso me parece lo más probable—cunde la impresión de que el líder de la oposición no está suficientemente arropado por su partido y es incapaz de dar un puñetazo en la mesa?

Sean cuales fueren las razones, pienso que han de ser objeto de meditación por los estrategas de Génova, sin que caigan en la tentación fácil de pensar que todo es una conjura urdida por las terminales mediáticas socialistas. No lo es, o no solamente: el mayor ruido procede, ya digo, de la propia derecha, que está sacando a relucir sus mejores perfiles cainitas.

Pienso que hablar de sucesión en un partido con setecientos mil militantes y diez millones de votos a siete meses de unas elecciones generales es referirse a un imposible. Y si la referencia se hace ya pensando en lo que pueda ocurrir tras esas elecciones generales, dando por supuesto que el PP las pierde, se trata entonces de un ejercicio gratuíto y suicida cuando el funambulismo se practica desde el campo propio. Que el mismísimo Rajoy salga a los medios para decir que él permanecerá en su puesto pase lo que pase en las elecciones de marzo, admitiendo as, aunque sea sólo como remota hipótesis, que el PP pueda no ganarlas, me parece ya de aurora boreal.

No está siendo afortunado, pienso, este paulatino retorno de Rajoy a la cancha política, sobre todo tras unas vacaciones demasiado largas y demasiado enclaustradas en el terruño. Pero, en mi opinión, sigue siendo el mejor candidato posible frente a Zapatero. Lo malo son sus circunstancias, en las que tiene que pelear, por su fuera poco, con sus propios correligionarios. ¿Quién dijo aquello de que hay enemigos, enemigos a muerte y miembros del mismo partido?

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