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El bonzo de Castellón

Quemarse a lo bonzo para llamar la atención de quien corresponda ha sido la 'solución' que ha encontrado un padre de familia rumano que llevaba varias semanas en Castellón buscando trabajo. Engañado por las mafias que trafican con las esperanzas de los seres humanos, vino con su mujer y sus hijos pensando que aquí le aguarda un trabajo. Al ser rumano -su país forma parte de la Unión Europea- no tuvo problemas para entrar, pero una cosa es entrar y otra poder trabajar. Rumanía forma parte de la UE, pero los rumanos todavía no tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos de la Unión.

En esa cuarentena político-burocrática habría que inscribir parte del origen del drama del 'bonzo de Castellón'. La otra parte, la sustancial, es la miseria que acogota a varios millones de rumanos, víctimas de la gran estafa política que fue la dictadura comunista de Nicolae Ceaucescu. Era un 'paraíso' en el que sólo los favorecidos por el regimen vivían bien pudiendo acumular las riquezas que les han permitido seguir disfrutando de la vida. Aquel déspota que llegó a nombrar coronel a su perro -un pastor belga, el 'camarada Corbu', al que alimentaba con golosinas traídas en valija diplomática- dejó sumido al país en el marasmo y la miseria. Murió, como se sabe, ametrallado, pero su muerte no devolvió a los rumanos la vida que durante cincuenta años les había sido vampirizada. Rumanía fue uno de los países del Este que más sufrieron bajo el yugo comunista. El otro fue Hungría.

Por eso, y porque en última instancia es de justicia, Bruselas debería revisar los plazos exigidos para la plena integración de Rumanía en la Unión. Aunque sólo sea para que no se repitan casos como el del 'bonzo de Castellón'. También sería de justicia que él y su familia obtuvieran un permiso de trabajo en España.

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