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El injusto sexo del dinero

El injusto sexo del dinero

lunes 10 de septiembre de 2007, 04:37h
Chile no puede estar orgulloso con los datos entregados por la última encuesta Casen que advierten que más de la mitad de sus trabajadores recibe menos de 216 mil pesos de remuneración. Situación que se hace aún más trágica cuando se desagregan las cifras por sexo.
 
Aunque es importante reconocer que: si bien entre 1990 y el 2006 las mujeres han mejorado su situación, incluso más rápido que los hombres, la distancia entre ambos sigue siendo notable. El sueldo femenino promedio es de 7.832 versus $ 325.602 de los hombres.
 
Es irónico, además, percatarse de que, mientras más estudios tienen ellas, más grande es la distancia salarial: una mujer con educación superior completa gana sólo un 61.4% de lo que obtiene un hombre con la misma educación.
 
A esto se suma el que la participación de las chilenas en el mercado laboral sea una de las más bajas del continente. De acuerdo a un estudio de la CEPAL, nuestro país ocupa el penúltimo lugar en la región, superando sólo a Honduras, ya que sólo el  38.5% de sus mujeres forma  parte del mercado de trabajo.
 
Entre las limitaciones que encuentran las mujeres para trabajar está, obviamente, el hecho de que la sociedad siga considerando a los hijos como un tema suyo y no una responsabilidad de la pareja y, más aún, de la sociedad toda. De allí que los incentivos a la educación preescolar que ha fomentado el actual gobierno ampliando la cobertura de de salas cunas y jardines infantiles sean claves para remediar este problema.
 
La incorporación al mercado laboral es el primer requisito para la autonomía femenina. Porque, fundamentalmente en los sectores populares, quienes no tienen recursos no tienen libertad para manejar sus vidas o tomar decisiones. Es también ésta una de las razones para que no participen como candidatas en las elecciones.
 
Además de no ser promovidas al interior de sus propios partidos, ellas mismas no se presentan por falta de ingresos para financiar sus candidaturas.
 
En sintonía con la agenda de paridad de la Presidenta Michelle Bachelet, el Sernam parece decidido a fijar un piso e incentivos económicos para que los partidos lleven más candidatas a los cargos de representación popular. También a estimular la presencia de las mujeres en las directivas de los partidos políticos.
 
La ministra del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), Laura Albornoz, ha manifestado que  la representación política no se condice con que ellas sean el 52% de la población y más de la mitad del  electorado.
 
Apenas 62 mujeres contra 322 hombres postularon en las últimas elecciones a la Cámara de Diputados para ocupar los 120 escaños (16% de candidatas). En el Senado la cosa fue peor: los partidos llevaron sólo a 9 mujeres (un 13%) entre 66 postulantes.”La misma cantidad de senadoras del año 1951, apenas dos!” , se quejó Albornoz en El Mercurio. Y lo grave, a su juicio, es que esto deriva en que las leyes se construyen con una mirada mayoritariamente masculina.

La idea pareciera ser proporcionar un incentivo económico a las mujeres candidatas, a los partidos que lleven mujeres candidatas, y cuidar de que ese incentivo no opere si estos disminuyen el número de candidatas mujeres llevadas en la elección anterior.
 
De prosperar esta iniciativa, será un gran avance: algo más que lo que tenemos y algo menos que la ley de cuotas que en Chile rechazan los sectores más conservadores aún cuando este mecanismo ha resultado increíblemente positivo en todos los países donde se ha aplicado. En Argentina, uno de los 11 países del continente que lo han adoptado, la representación femenina subió de 5 a 35.
 
Otra batalla pendiente para las mujeres de izquierda o progresistas será en el plano cultural porque  nuestras metas no son sólo numéricas-más mujeres en los cargos-, sino que van directo a la yugular del sistema y eso es sabido y temido por nuestros compañeros de militancia.
 
Ellos están conscientes, por ejemplo, de que para nosotras los crímenes contra las mujeres tienen una connotación de pertenencia (ella es mía). Que queremos ser madres, pero elegir el momento y que la sociedad se responsabilice también por nuestros hijos dándonos facilidades para trabajar y crecer como personas. Que se reconozca que muchas somos madres-jefas de familia, distintas a las tradicionales, pero igualmente válidas. En fin, sería largo de enumerar.
 
De allí también que nuestros políticos acepten con más facilidad y -¿por qué no decirlo?- simpatía, la presencia social y política de las mujeres de los partidos de oposición cuyas imágenes sintonizan con el statu quo. Ellas se parecen más a sus madres, hablan lenguajes reconocibles y quieren más poder, pero no cambiar el poder que hasta ahora ha sido masculino. Para ellos son mucho más amenazantes nuestras propuestas de cambios profundos que empiezan en la casa, siguen en los partidos y terminan en la calle

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Marcia Scantlebury
Periodista
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