Off the record - 12 septiembre 2007

Goleada de Esperanza Aguirre en la batalla de imagen del encuentro del lunes con Rodríguez Zapatero. La combativa presidenta madrileña llegó sonriente, casi alegre, a La Moncloa. El presidente, siempre cuidadoso con la escenografía, forzó también su mejor sonrisa, elegantes ambos en su atuendo todavía veraniego, pero muy “de vestir”.

Las mejoras formas en el encuentro y en la larga conversación, pero luego, en la comparecencia ante la prensa, Esperanza estuvo demoledora, no sólo para poner de manifiesto el terco “castigo” que Rodríguez Zapatero aplica a Madrid porque los madrileños votan muy mayoritariamente al PP, sino incluso en temas generales, como al expresar su convicción de que, si pudiera, Rodríguez Zapatero volvería a intentar la negociación con ETA.

El presidente del Gobierno ofreció a Madrid participar en la gestión del aeropuerto de Barajas ¡qué menos! y unos arreglitos de autovías. Eso sí, de las Cercanías, nada de nada. El servicio seguirá sumido en el desastre, para desesperación de los usuarios.

DUELO AL SOL DE LAS INFRAESTRUCTURAS

Sabido es que Magdalena Alvarez detesta a Esperanza Aguirre, dicen las malas lenguas que, por envidia de tres cualidades de la presidenta madrileña, capacidad dialéctica, habilidad mediática y eficacia de gestión, que son como la contrafigura de la ministra, tenida ya generalmente por el más desastroso titular que ha tenido Fomento desde que se recuerda.

Un muy relevante líder empresarial comentaba por la noche a sus invitados –no diré en qué restaurante, para no dar ideas al vecino del On The Record– que Rodríguez Zapatero prefiere ver a Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid aunque sólo sea para que no pueda tener escaño en el Congreso de los Diputados.

Así describía la actuación de Rodríguez Zapatero ante el Grupo Parlamentario socialista un significado miembro del mismo. Ni problemas hipotecarios, ni desempleo, ni crisis en la construcción, ni turbulencias financieras, ni nada de nada. Vivimos en el mejor de los mundos, sin inquietudes, dificultades ni incertidumbres.

Fiel a su estilo, Rodríguez Zapatero se atribuyó, sin el menor sonrojo, todos los méritos del crecimiento de la economía española, incluso del que se produjo antes de su llegada a La Moncloa. Sólo necesita otros cuatro años para consolidar los grandes logros del “programa”. Además, los éxitos hubieran sido aún mayores de no ser por la actitud cicatera y saboteadora del PP.

La comparecencia de Rodríguez Zapatero hubiera merecido de la oposición una respuesta contundente, documentada y de nivel. No lo fue la del portavoz parlamentario del PP, Eduardo Zaplana, que se quedó en una ironía de vuelo bajo y una socarronería ineficaz. La opinión pública no ve que el asunto sea para bromas.

Mientras, la vida real de la economía sigue. La suerte está echada y bajo cada vez más inequívoco liderazgo real del Santander, el consorcio del primer Banco español con Royal Bank of Scotland, líder formal de la operación, y Fortis ganará la OPA sobre ABN Amro, aunque les falta un cierto vía crucis para hacerse, en el peor momento de los mercados financieros, con más de veinte mil millones de euros necesarios en efectivo.

Barclays no tira (aún) la toalla, pero las circunstancias le son cada vez más adversas. Mientras bancos y empresas españolas, como Santander, BBVA, La Caixa, ACS, Iberdrola, Telefonica y varias más acrecientan su peso no sólo dentro del país sino en mercados globales, Ferrovial hace cada vez más el papel de “patito feo”, con serio deterioro de imagen y graves pérdidas de contratos.

ESPERANDO LAS ENCUESTAS

Y en la casa de enfrente, en el PP, se aguarda con impaciencia la primera encuesta posterior a la proclamación de Rajoy como candidato a la presidencia del Gobierno. Es importante ver cómo se orienta el efecto de haber vaporizado las agobiantes polémicas sobre el liderazgo y sobre las listas de candidatos.

La consolidación en el liderazgo ¿mejorará la percepción y valoración de Rajoy por la opinión pública? Dentro de esta misma respuesta se tendrá la primera evaluación, todavía con la nueva situación sin digerir, pero pese a ello con cierto valor indicativo.

Muchos factores de opinión pública aún no han cuajado. Por ejemplo, los sectores de la Iglesia más inclinados al diálogo con el Gobierno, a no dar un portazo a Rodríguez Zapatero, han tirado la toalla.

El cierre de filas en torno a la línea del cardenal de Toledo y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Cañizares, será total antes de que termine este año. No es algo que haga especial ilusión en la dirección del PP, que tiene claro la conveniencia de no mezclar cosas e instancias, pero sin duda alguna incidencia tendrá en el voto.

Y el frente de los Presupuestos Generales empieza a pintar peor para el Gobierno, pese a los esfuerzos del abnegado Solbes. La recaudación de votos a base del reparto de dineros, prebendas y trasferencias funciona, pero tiene límites. Llamazares pide poco y sus pretensiones pueden ser negociadas y atendidas.

El democristiano Durán i Lleida quiere el acuerdo, pero sin que ello le suponga inmolarse políticamente en una Catalunya que no se fía nada, pero nada, de Rodríguez Zapatero. En el PNV la situación se enreda más allá de lo que Solbes puede ceder. La devolución es improbable, pero a ratos no parece imposible que pudiera llegar a producirse. Así que no está marzo sentenciado…