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La Conquista multimedia de América Latina

La Conquista multimedia de América Latina

domingo 16 de septiembre de 2007, 01:28h
Este es un poema-reportaje algo intemporal y ligeramente en broma, escrito por el autor antes de que recrudeciera el debate sobre la instalación de la televisión digital en Chile. Na’ que ver aparentemente. Pero…


Cuánta sangre derramada, Dios mío,
en esta verde América
hispana y cuchillera,
por desconocer durante siglos
y siglos,
cómo usar propiamente un Multimedia.

Tal el caso del cacique Hatuey,
rebelde en Cuba, nacido en La Hispaniola
—es decir, Santo Domingo—,
a quien le fue ofrecida
por los conquistadores
una Biblia,
el año de gracia de 1511,
diciéndole que contenía
la palabra de Dios,
por si quería conocerla, arrepentirse
al pie de la hoguera
donde ardería minutos más tarde,
tras su derrota, inapelable.

(Hasta la victoria de Fidel Castro
y su entrada en La Habana, 1959,
la más popular allí
era la Cerveza Hatuey,
que apagaba una sed ancestral,
considerándolo fríamente).

Se llevó la Biblia al oído Hatuey,
un enorme volumen, forrado en cuero,
edición 1506, como El Quijote,
y después de un rato, y de  agitalla
junto a su oreja, dijo:
-¿La palabra de Dios...?   
¡Yo aquí no escucho ni un caraho!

Y la arrojó al suelo
con airado gesto,
haciendo resonar el incunable
contra las botas de la hispana hueste,
que se aprestaba a ejecutarlo
luego de fracasada la rebelión
aborigen que encabezó,
y  a la que no pudo sumarse
el Che Guevara,
porque debía irse a Bolivia,
455 años más tarde.

Cometió la herejía, Hatuey,
sin siquiera mirar el texto,
ni las imágenes,
porque no entendía de multimedia,
obvio, 
y le habían ofrecido
una voz que no sonaba,
un Verbo escrito solamente
para los ojos de los invasores;
no la Palabra Hablada, propiamente tal, 
o el mensaje del trueno,
que son cosas dignas de tomar en cuenta
en medio de la jungla.


Y como los españoles,
ya entonces no estaban muy al día
en informática que digamos,
ni en marketing,
ni en merchandising,
y en vez de decir  hardware
decían “armadura” simplemente,
ni querían preocuparse mucho,
¡coño!,
por la invasión de productos asiáticos,
que ya se veía venir,
no tomaron en cuenta para nada
la opinión de Hatuey,
que era la de millones de clientes
y consumidores potenciales,
deste lado de la mar océano.

(Es muy difícil retener el monopolio
en esta rama comercial,
o cultural  según se mire, 
porque todo cambia tan rápido aquí 
como caen las aguas de una catarata,
y los “media” son enteros cataclismos 
que sepultan lo inventado el mes anterior. 
Vean si no, los celulares…
El progreso está al alcance del tacto
—haga click cuando vea la manito—,
y esto lo puede entender
hasta el más viejo militante
de Renovación Nacional).

Bueh...! Entonces,
ofendidos en lo más sagrado
los conquistadores cristianos
por la actitud de Hatuey,
lo quemaron en la hoguera

ipso facto,
sin escuchar más razones
—ellos tampoco—.

De ahí hasta que la radio
a transistores, el televisor
y otras lavadoras del pensamiento,
subieran a las sierras,
cruzaran Amazonas, pampas
y desfiladeros,
y alcanzaran las islas
del pirateado Mar Caribe,
hasta la misma oreja
de los pueblos cautivos,
llevando la palabra del Señor
y de otros señores,
que ignoraremos
en esta instancia,
pasó un rato largo,
que en tiempo real podríamos fijar
en cuatro siglos y pico,
cautelosamente hablando.

Hoy se puede conseguir
5000 versiones de la Biblia
en Internet,
en toda las lenguas,
escritas, habladas y cantadas,
hasta en Braille,
el 99%
con imágenes fijas, animaciones,
videos, música sacra y efectos especiales,
sonoros, luminosos y de tipografía,
pero 400 millones de hatueyes
o por lo menos cuatro quintos,
para no exagerar,
siguen tan lejos de lo que es
propiamente un multimedia
operado-para-por-sus-propios-dueños
como aquel ‘inauditor’
tan desconfiado y con reales plumas, 
que devolvió el aparato
a sus providers, en 1511.

Los mismos hispanos terminaron —además—
cediendo el mercado que Hatuey simbolizaba,
tan ávido de cultura occidental
como podéis imaginar,
a los meros yanquis,
a las transnacionales yanquis,
al software yanqui y a Bill Gates,
y a las redes yanquis
sustentadas por el Pentágono,
es decir, al mismísimo                                                           
Imperialismo Yanqui
(perdonando la palabra).
…Y exagerando un poco, vaya. 
Porque la misma Globalización,
que  lo diluye todo, me desmiente
en parte…

Ahora, mirando hacia atrás,
no estuvo del todo mal-mal
lo sucedido
—y esto lo escribe un hijo de la Guerra Fría—,
porque con los soviéticos,
que tenían la balanza,
quizás hubiera sido peor,
sospecho,
tan poco abiertos ellos
al uso libre de multimensajes
como Hatuey ó los gallegos
en el siglo XVI.
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Camilo Taufic
Periodista
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