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Contra la monarquía

Contra la monarquía

sábado 29 de septiembre de 2007, 10:29h
Once ayuntamientos andaluces con mayoría de Izquierda Unida se han declarado republicanos e instan a un referéndum para abolir la monarquía. Mañana, otros pueden tener la ocurrencia de una consulta para eliminar los impuestos o declarar la guerra a Estados Unidos. Con nuestros ayuntamientos nunca se sabe.

La acción, por pintoresca, no deja de ser significativa. Coincide en el tiempo con la quema de retratos de la familia real en Gerona y con la propuesta de L’Entesa Catalana en el Senado de que el presidente de Gobierno sustituya al rey como capitán general de las Fuerzas Armadas. Por mucho que dos de los tres componentes de L’Entesa —los comunistas y el partido socialista de Cataluña—digan que sólo es cosa de ERC, lo cierto es que la enmienda legal la presentan como propia de la coalición en su conjunto.

A mí me parece muy bien que la gente se manifieste como republicana, esperantista o devota de San Vicente de Paúl. En eso consiste la libertad y lo ampara nuestra Constitución. Pero la simultaneidad de tantos acontecimientos no deja de ser significativa.

Cuando la reinstauración de la Corona en 1975, en este país no había monárquicos, ni a derecha ni a izquierda, salvo los cuatro que visitaban a Don Juan en Estoril. Hoy, en cambio, todas las encuestas sitúan a la Monarquía como una de las instituciones mejor valoradas. En medio, hubo la decisiva defensa de la democracia por Juan Carlos I cuando el golpe de Estado de 1981. Un año después, el entonces presidente de Italia y resistente antifascista, Sandro Pertini, dijo elogiosamente del monarca español: “Es el rey más parecido a un presidente de República que conozco”.

Es evidente que, para muchos, erosionando la Corona resultaría más fácil demoler nuestro actual sistema político, que es lo que pretenden. La institución monárquica sería el último valladar de sus aspiraciones secesionistas. Recordemos, por ejemplo, que para la menguante facción del PNV no independentista su nacionalismo foral se basa en un sedicente pacto histórico con la Corona del viejo Señorío de Vizcaya. Acabada, pues, la Corona, no habría pacto que valiese.
Algo parecido sucede en Bélgica, donde casi lo único común a flamencos y valones es la monarquía de Alberto I y la capitalidad europea de Bruselas, débil armadura para evitar con ella la fragmentación de un Estado.

Por eso, ni las manifestaciones republicanas ni la creciente desaparición de la bandera española son hechos folklóricos ni, mucho menos, inocuos. Por eso, también, en este país sin monárquicos, el apoyo a la Monarquía, gústenos más o menos quienes la encarnen, supone la defensa de nuestro sistema democrático tal como es en la actualidad. 
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